sábado, 30 de julio de 2011

“LE DIJO A SUS DISCIPULOS...” (Mt. 14, 13 - 21)


Con el discurso de las parábolas, que se ha proclamado en los últimos domingos, el evangelio de san Mateo concluye una sección dedicada a instruir sobre el misterio del Reino de los cielos. Se abre ahora otra sección en la que el tema central será la formación de los discípulos. Dejando atrás otros relatos, la lectura dominical se detiene hoy en la multiplicación de los panes. Aquí Jesús está al frente de dos problemas: Primero darle de comer a esa gente, que no tiene casi materialmente; pero por otro lado también, y quizá más difícil, hay un segundo milagro, que es mover la sensibilidad de los corazones fríos de esos discípulos que prefieren sacarse de encima el problema, y quedarse en la intimidad con el Señor.
Jesús antes de multiplicar los panes, quiere multiplicar los corazones de sus discípulos. Jesús no se limita a hablarle a aquella multitud, sino que se hace cargo de la multitud a la que le habla. De cada uno de ellos. Y es como que, cuando uno tiene frente a sí o a su cargo una multitud; sea bajo la forma que sea, chica o pequeña. Vosotros también tenéis a cargo pequeñas multitudes; porque multitud en el sentido éste, no en el sentido de masa; sino en el sentido de multitud que os necesite, tenéis su pequeña multitud en la familia. Si son profesores, hay una multitud de cuarenta alumnos al frente, que también está pidiendo pan y agua en distintas cosas. Tenéis multitud si son empleados en una empresa. Para nosotros, pastores, multitud es gente que se acerca a recibir sacramentos y la Palabra del Señor. Cada uno tiene su propia multitud. Y de aquellos que no se animen, justamente, a preguntarse si muchas veces en nuestra vida le decimos 'Señor, es muy tarde; que ya no molesten'; 'Señor, son muy pesados', 'Señor, no me entienden', 'Señor, no me dejan tranquilo', 'Señor, yo tengo derecho a vivir', 'Señor, yo tengo derecho a… ', 'Señor, yo tengo derecho a… ', 'Señor, yo tengo derecho a… '; y el corazón se nos va secando de tantos 'derechos a… ' que tenemos.
El Señor, El mismo, antes del pan se da como comida. A qué orador, qué político, no le gusta la multitud (debe estar enfermo si no es así). Pero qué gusto que es, cuando uno además después ve que la multitud es una suma de personas; que el que hoy nos ofrece un aplauso, después, cada uno de ellos es un problema y una cruz de la cual también me tengo que hacer cargo. Qué fácil es tener la multitud para el aplauso, y qué difícil que es después, cuando cada uno de esa multitud abre su corazón, y tiene una necesidad, y pide un pedazo de pan o un lecho para dormir. Qué fácil nos olvidamos que el aplauso de la multitud nos viene bien; qué difícil que es no perder la memoria, cuando la multitud se convierte en una suma de corazones y de otros Cristos que me vienen a pedir en su sed, o en su hambre, o en su desprotección lo que necesitan. No por ser cristiano, ni por ser bueno; sino por ser hombre. Es una cuestión de dignidad humana.
Cada uno de nosotros nos hagamos cargo de nuestra propia multitud. Cada cristiano es responsable del hambre del otro; cada cristiano es responsable del pan que necesita el otro; del hambre de amistad, de justicia, de comprensión, de compañía; de una caricia que suavice; de una palabra bien dicha. Los hambres de este mundo; de mi familia; de mi patria; me conciernen. Y no puedo pasar saciado por esta vida sin hacerme cargo de las hambres y las necesidades de los demás, bajo la forma que sea; desde el bolsillo hasta el corazón. Que el Señor nos ayude a entender que para el cristiano, si realmente lo es, nunca suena la hora de despedir; sino que un cristiano vive siempre en la hora de acoger y de recibir; un cristiano nunca se saca de encima a un prójimo. Un cristiano, por ser cristiano, acoge y brinda; hasta que llegue el momento incluso de brindarse a sí mismo.
Que el Señor nos ayude a pedir esta gracia; que nos concierne, y lo digo con miedo, porque muchas veces somos nosotros mismos, los pastores, los que no cumplimos con ésto. Es fácil para un sacerdote, para un pastor, al fin de cada misa decir 'Id en paz, id en paz'. Qué difícil que es junto con decir 'id en paz', que es un deseo verdadero, poder decir id en paz PERO VENID si hay necesidad. Id en paz, pero no para sacármelos de encima, sino para que volváis a la lucha de cada día, pero que junto a nosotros podáis encontrar un corazón abierto, una mano que no se cierra.
Cada uno de nosotros nos hagamos cargo de nuestros propios hambreados; que nos animemos a entender que por ahí pasa el Evangelio; que nos animemos a entender que uno puede levantar muchas teorías, pero a la hora de la verdad el Evangelio es tremendamente sencillo, es agresivamente sin vueltas. Dios no nos va a preguntar cuánto hicimos, sino cuánto amamos. Dios nos va a preguntar ¿No me reconociste en aquél? Dios no se va a mover con la lista en la mano, sino que va a abrazar, si nosotros hemos tenido la valentía quizá también de abrazar cariñosamente todas las formas de desamparo que el mundo ha querido poner alrededor nuestro. Que nos ayude el Señor a pedir mucho esta Gracia.


1 comentario:

  1. Padre Yves,
    La actitud de los apóstoles que llegan a darse cuenta de las necesidades que tienen los que les rodean llama la atención, en nuestra sociedad, es muy frecuente "pasar" con indiferencia respecto a los que nos rodean, sin captar porque no nos importa o nos puede molestar la problemática que puedan padecer.
    Gracias por tu reflexión.

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