En este blog encontrarás mis reflexiones sobre la sociedad y mis experiencias cotidianas.
jueves, 2 de diciembre de 2010
DIEZ REGLAS DE ORO
domingo, 21 de noviembre de 2010
SOLEDAD Y AMOR EN LAS FAMILIAS.
martes, 16 de noviembre de 2010
ABUELOS DE SUS PROPIOS HIJOS
domingo, 7 de noviembre de 2010
¿ES EL DESTINO?
jueves, 4 de noviembre de 2010
UNA “BUENA NUEVA” PARA TODOS
¡Son tantos los matrimonios que atraviesan tormentas o hacen naufragios! Muchas familias son monoparentales, otras están separadas, otros con familias con proles paralelas, otros juntos y llenos de soledad, y qué decir de los matrimonios golpeados por la esterilidad o probados por hijos enfermos. O llorando una muerte. La pregunta surge a flor de labios ¿Será que Dios los ha abandonado? ¿Existirá una palabra que sirva para todos?
Lo primero es afirmar con todo el énfasis posible: el amor no podrá jamás practicarse si el precio a pagar no es la verdad, así como la verdad no podrá ser anunciada sino por un corazón que ama de verdad.
Existe una “buena nueva” para todas las familias, para las ideales, para las monoparentales, para las que sufren, para las que se mantienen con el esfuerzo, para las que perduran. Hay “Buena nueva” para todos porque Jesucristo no dejó a nadie afuera. Su Redención supuso una presencia de todos sin exclusión.
¿LA FAMILIA HOY?
Dios nos ha creado para que seamos felices todos juntos, marido y mujer, con los hijos, los nietos, los abuelos y los tíos. La familia ha sido el sueño de Dios para que los hombres pudieran tener la experiencia de la vivencia del cielo, entonces ¿cómo es posible que tantas familias vivan en el sufrimiento? ¿De dónde viene ese sufrimiento? ¿De quién o de quienes es la culpa? ¿Qué explicación tiene la desunión? ¿ El amor es una llaga?.- Y, en fin, ¿existen palabras adecuadas para sacar a las familias de las sombras?
No tengo la pretensión de dar una respuesta o receta a estas cuestiones, pero intentaré justo de rumiar y abordarlas en los próximos días.
martes, 2 de noviembre de 2010
LA EXCLUSION: AMBIGUA REALIDAD
Esta reflexión sobre la exclusión nace de unas experiencias vividas estas últimas semanas y que me chirrían. Haré el esfuerzo de no caer en la casuística aun sabiendo que esta meditación surge de hecho concreto.
Tendencia a la exclusión
En nosotros hay dos tendencias: una sana, al propio perfeccionamiento, y otra, malsana, a encerrarse en sí mismo y a erigirse como la norma que todos deben reverenciar. De allí, la tentación a excluir al que no es del propio círculo, por la razón que fuere: temor a lo desconocido, a iniciar un verdadero diálogo, a compartir lo que se tiene, a recibir los dones del otro, a desear su bien, a gozar con el triunfo ajeno, etc. De allí, el egoísmo, que puede alcanzar innumerables grados patológicos: desde el fanfarroncito de la barra de la esquina, hasta el dictador de una nación.
La exclusión en la Iglesia
La tendencia a la exclusión se da en todos los ámbitos de la vida: desde el familiar hasta el internacional. La Biblia nos dicen que esta tentación se da también en el ámbito religioso. Juan, el discípulo de Jesús, no quería que actuase en el Nombre de Jesús uno que no era del grupo de los discípulos (Mc 9,38).
Y como nada de lo que está en el Evangelio es una simple anécdota de ayer, sino anuncio de salvación para nosotros hoy: conviene que examinemos cómo son las relaciones en nuestra “iglesia doméstica”, en la familia. Allí es fácil observar si son relaciones de aceptación y de servicio al otro, o de exclusión del otro. Y encaminarlas correctamente mediante una adecuada educación.
La misma observación podemos hacer en nuestra comunidad parroquial o religiosa. Una pregunta que no podemos omitir. De la mutua aceptación de las personas y grupos que integran una comunidad cristiana (parroquial, religiosa…) depende su espíritu misionero y su capacidad de acoger a los demás como a hermanos. ¿Cómo podría ser misionero un espíritu excluyente? La enseñanza de Jesús es clarito: “No se lo impidan… El que no está contra nosotros, está con nosotros” (Mc 9,40).
La exclusión en la sociedad
En la sociedad occidental, las tradiciones eran netamente católicas. Se podían contar con los dedos las gentes que no pertenecían a nuestra Iglesia, y por lo tanto, como eran minoría y como era común el sentir que fuera de la Iglesia no hay salvación, nos dábamos el lujo de ignorarlas e incluso de despreciarlas. Pero hoy las cosas han cambiado y cada vez es más frecuente que en un aula de clases el católico tenga que sentarse junto a un ateo o junto a un agnóstico o alguien que pertenece a otra religión (cristiana o no). Y lo mismo que sucede en las aulas, sucede en la fábrica, o en el gimnasio, en el mundo de los espectáculos y en la política.
¿Cuál tendrá que ser la actitud de los católicos ante un mundo cambiante y que diversifica su modo de creer? ¿Los católicos tendrían que vivir replegados cuando en otros ambientes se lanzan iniciativas en pro de la justicia, de la paz y de la libertad y de una vida digna para todos? ¿O incluso tendrán que vivir enfurruñados porque iniciativas en pro de la mujer o de la vida en el seno materno, o sobre la licitud o ilicitud de las investigaciones con células germinales en los laboratorios, o sobre la defensa de la vida de los enfermos terminales no proceden de fuentes católicas?
Es tan antigua como la humanidad la actitud de ver sólo por los derechos del propio grupo excluyendo a los están fuera de él. ¿No será que al defender los derechos de Dios y pretender hablar en su nombre, lo único que hacemos es empequeñecerlo y ridiculizarlo? Jesús hoy como ayer nos advierte de no caer a la tentación tan humana de querer ser un “monopolio”.
jueves, 30 de septiembre de 2010
“SEÑOR, AUMÉNTANOS LA FE” DESDE EL MUNDO DE ABAJO
El tema de hoy gira en torno a la fe, expresada en dos formas distintas. La primera Lectura (Habacuc 1, 2–3. 2, 2–4) habla de la fe bajo la forma de paciencia. Hay veces en que la fe toma forma de paciencia. Y el Evangelio, es una invitación a que la fe se manifieste en trabajos por el Reino, que no sea una fe vacía sino que tenga obras para que realmente sea fe, si no, justamente, deja de ser fe.
Creo que a nosotros también nos nacen esas palabras tan sencillas de los discípulos al Señor, que pueden ser petición nuestra hoy: “Señor, auméntanos la fe.” Auméntanos la fe, porque sentimos que hay fe, pero que cuando la fe toma forma de paciencia, y de trabajo pesado, entonces se siente. El corazón no puede no sentir que la fe es algo que se lleva arduamente, así entonces, con corazón de niños y con humildad, tenemos que decirle: “Señor, auméntanos la fe.”
Me limitaré a las infusiones que nos sugiere la primera Lectura, Es muy linda la figura Habacuc, profeta que junto a su pueblo está en un momento de mucha prueba. Asiria, que es la que los ha tenido hasta entonces a mal traer, está ya en decadencia; pero surgen los babilónicos y además, en este momento están batallados y oprimidos por los caldeos. Habacuc sufre con su pueblo la opresión y el sufrimiento, y entonces sale este quejido del corazón que también está muchas veces en nosotros: “¡Hasta cuándo, Señor! ¡Hasta cuándo pediré auxilio!”, Personalmente cuando vemos el silencio cómplice de quienes saben lo que está pasando en África y no dicen ni palabra, da bronca. Sólo la tuberculosis causa 540.000 muertos al año. Esto es lo que nos dice el último informe oficial de la OMS. Si a eso sumamos los muertos por el sida, la malaria y, sobre todo, el hambre y la malnutrición, no sería ningún disparate pensar que hay una mala voluntad de algunos privilegiados que fomentar este problema, peor todavía cuando hay gente que se empeña en defender que aquello no sucede. Y Dios corre el riego de ser el mismo cuestionado por su silencio. “¡Por qué me haces ver esto!”. “Hasta cuándo” y “por qué”, dos expresiones que conoce nuestro corazón. Muchas veces, en las pruebas o en los momentos difíciles nos viene al corazón este “¡Hasta cuándo, Señor!” o este “¡Por qué!”. “Hasta cuando”, que en nuestra expresión a veces es “¡Ya no puedo más!”… “¡Por qué! Que a veces podemos traducir en “No entiendo nada!”: “Frente a esto… no entiendo nada.”, frente a este dolor…, frente a esta muerte…, frente a esta prueba… simplemente no entiendo nada.”
Y está bien, porque la fe no pretende que entendamos nada, pretende que abracemos con el corazón las cosas. Sobre todo, confiando -como allí le contesta el Señor Dios a Habacuc- que tenga paciencia: “…escribe la visión, espérala. Ten paciencia, porque parece que se demora, pero espérala, porque vendrá seguramente y no tardará.” Dios consuela al profeta, pero quizá la tentación del profeta y la nuestra es como no respetar los tiempos de Dios. Sabemos que Dios siempre da respuesta, que suaviza todo dolor, que consuela el corazón en los tiempos de prueba… Lo que muchas veces nos pasa, es que nosotros ponemos o pretendemos ponerle los plazos a Dios, y Dios es Señor… Él es quien señorea, no nosotros. Él pone los plazos de la prueba y la fecha del consuelo. Sería realmente demoledor, sería nuestro fracaso y si quizá lo pudiéramos hacer, allí comenzaría nuestro drama y nuestra tristeza porque empezaríamos así a sentirnos administradores de nosotros mismos y no hijos, que es la cosa más linda que se puede sentir en el corazón.
Esta es la imagen de un Habacuc probado, que sabe que el Señor vendrá pero que no tiene fecha… Y entonces, viene esa frase tan hermosa: “El justo vivirá por su fe.” Pero esa fe para nosotros no se alimenta de seguridades ni de explicaciones, reivindicaciones, ni de verificaciones sino de la espera y de esperas interminables muchas veces. Esta es la primera gracia, cuando la fe toma la forma de espera, de calma, de paz, de tiempos largos…, y entonces implica en el corazón la capacidad de resistir a esas dos tentaciones muy nuestras contra la prueba, que es el desaliento y la desilusión. Como cristianos nunca nos podemos permitir ni el desaliento, ni el desencanto, ni la desilusión.
Como ven, la Lectura de hoy nos hace revisar nuestra fe… Como diciéndonos: "¿Cómo está tu fe…? ¿Hasta dónde tira, hasta dónde aguanta…?" Que realmente podamos decir con humildad y paciencia: “Señor, creo… Pero aumenta mi fe…”, que seamos hombres y mujeres con las manos juntas para rezar -como corresponde a un hombre o mujer de fe- y con las manos abiertas para dar -como también corresponde a un hombre o mujer de fe- Que estos dos elementos, en nuestra vida, estén como muy unidos en nuestro corazón.
lunes, 28 de junio de 2010
meditación sobre la fiesta de San Pedro y San Pablo
No es una novedad si decimos que el momento presente en que vivimos es una situación de cambio. Un cambio que es el resultado de una mutación sustancial en la forma de concebir el mundo y el hombre sobre todo en la civilización occidental, opuesta a muchos de los modos en que la fe fue predicada y vivida.
Vemos cómo hoy la Iglesia está marginada en el concierto de los poderes mundanos. Ha dejado de ser una potencia institucional de carácter política o social imprescindible. Entendía la Iglesia-sociedad perfecta de un modo paralelo a la sociedad – Estado-, reivindicando para sí unas áreas de poder semejantes. Veía al sucesor de Pedro como el Papa-Rey, bajo la figura de un soberano de la tierra.
Este testimonio lo ha de ofrecer toda la Iglesia, todo el Pueblo de Dios de cara no sólo a los que están dentro sino también a los alejados, increyentes. Uno de los signos que debe ofrecer la Iglesia ha de ser el de la unidad en el amor, para que sea Iglesia de Cristo. Es importante que tendríamos presente que, aun siendo del mundo no podemos seguir la corriente del mundo, dividiendo y separándolo todo: Norte y Sur, primer mundo y tercer mundo, creyentes y no creyentes, hombres y mujeres, izquierdas y derechas, nuestra fe se convierte en ideología de derechas o de izquierdas (¿acaso Jesús hubiera sido de una o de otra?). La tarea importante de todos y todas es, me parece, promover la superación de las diferencias que dividen, la concordia y la reconciliación entre los miembros del Pueblo de Dios. Como actitud permanente es necesario quitar los contrasignos que expresan división, posturas autoritarias o acepción de de personas. Otro signo ha de ser una Iglesia más comprometida en la promociones de la justicia. "No pertenece de por sí a la Iglesia, en cuanto comunidad religiosa y jerárquica, ofrecer soluciones concretas en el campo social económico y político para la justicia en el mundo. Pero su misión implica la defensa y la promoción de la dignidad y de los derechos fundamentales de la persona humana", afirmaban ya los obispos en Sínodo Mundial de Obispos, a Roma en 1971. Asimismo descubrir la violación de los derechos humanos en la sociedad civil y a veces en la misma Iglesia nos toca. Realizar la correspondiente denuncia con mansedumbre, con sinceridad y verdad, con respecto a las personas e instituciones y sobre todo con autentica caridad fraterna es necesario. Renunciar a una conservación de áreas de poder e influencia en la sociedad terrena, centrando su misión en el servicio a los hombres, desde la humildad y la oscuridad de la cruz no se ha de esquivar. Sepamos por tanto, como Pedro y Pablo, confesar nuestra fe desde la oscuridad de la cárcel.
domingo, 6 de junio de 2010
UNA MEDITACIÓN DEL CORPUS CHRISTI
un Dios que hasta tal punto se hace a nosotros, que se abaja, se encarna, nace, sufre, muere en cruz y sobre todo esta locura bellísima que hoy día celebramos: el Omnipotente, el Innombrable, el Infinito, el Inalcanzable y el motivo de temor para algunos, es en realidad el Amor.
La fiesta de Corpus Christi, digo yo, es fiesta del rescate. Fiesta de entender que Dios rompió con tantas cosas en nuestro corazón, pero siempre fue a favor nuestro. Nunca fue para agrandarse Él sino que siempre fue para que Dios se nos pusiera entre las manos. Nunca fue para que lo admiremos fríamente sino que siempre fue para que nos alimentemos cariñosamente de su presencia, y en este caso su Presencia real, substancial, en la Eucaristía…
Un Dios que no ha tenido nunca empacho en pasar de mano en mano… Que no ha tenido nunca miedo a las heridas del corazón… Dicen algunos, que las heridas del corazón supuran y son mucho más hediondas, disculpen, que las heridas del cuerpo. Dios nunca se asustó de esto.
La Encarnación es signo de esto. Y la presencia de Dios en la Eucaristía no hace más que completar bellísimamente esta locura de Dios… De un Dios que se hizo pan… Es decir, que se hizo alimento, que se hizo cotidiano, que se dejó repartir de mano en mano, que se brindó para alimentar el corazón de su pueblo.
Ésa es la fiesta que hoy celebramos. Esta fiesta de humildad de Dios. Este regalazo que Dios nos hace justamente, de dejarse comer a través de este alimento tan nuestro, tan casero, tan familiar…
Que realmente entendamos esta gracia tan hermosa. Que nos preguntemos con sinceridad si realmente hemos entendido este abajamiento del Señor… Porque puede ser que se haya hecho tan chiquito que lo hemos perdido de vista…, o hemos empezado a temerlo… O a veces hemos confundido el preparar el corazón, lo cual es muy necesario, con una especie de dignidad que no es cristiana y nos hemos olvidado que se encarnó para curar y para salvar, y no para venir a sacar a relucir con un plumerito los honores logrados cristianamente, sino que vino justamente a buscar al enfermo, al débil y lo que busca es eso…
sábado, 15 de mayo de 2010
¿ LA JUVENTUD AFRICANA SALVARA AFRICA ?
domingo, 9 de mayo de 2010
LA IMAGEN DEL PASTOR
Hoy cumplo un año de vida sacerdotal, por eso os quiero comunicar esta pequeña reflexión sobre el sacerdote. Deseo referirme a una de las imágenes más asiduas con que Cristo se refirió a quienes habrían de continuar su obra como sacerdotes, como servidores del pueblo cristiano: la imagen del pastor y las ovejas.
Jesús ha presentado el relato del Buen Pastor contrapuesta a la del pastor mercenario que usa de las ovejas para obtener una ganancia material o social pero que no las quiere, no las ama. En este retrato Jesús ha destacado sobre otros los siguientes tres rasgos:
a) Dado que el pastor ha de llevar a las ovejas donde haya pastos que las puedan alimentar, dado que hay que caminar largo entre peligros y recovecos, entre espinas y cardos, sucederá que algunas ovejas se cansarán de andar, sobre todo las pequeñas, los corderitos, las minusválidas, los pobres, los que no tienen pan... Entonces el pastor tendrá que subirlas a sus hombros y sostenerlas.
b) Puede suceder también que las ovejas se desvíen y tomen por atajos que no las llevan a ninguna parte y entonces el pastor ha de conducirlas, indicarles el camino, guiarlas por el sendero recto...
c) Y puede suceder, en tercer lugar, que las ovejas se enreden entre las espinas, se tuerzan las patas entre las piedras, y entonces el pastor ha de vendarlas y curarlas...
Pues bien, como nuevo sacerdote (o viendo otros hermanos sacerdotes) experimento lo que es cargar con los que aprender a caminar en la vida, en la vida de fe y se cansan fácilmente; lo que es sostener a los débiles en la fe y a los que comienzan a perder su esperanza. El sacerdote debe guiar, indicar el recto camino, el sentido de la vida. Ser pastor es ser padre en alguna manera y al padre le corresponde, además de dar la vida, comunicar un sentido de la vida, un rumbo...
Porque no basta con enseñar a caminar, hay que sugerir también hacia donde hay que ir. Tiene que enseñarle al hijo a caminar derecho, como solemos decir, tiene que indicar metas, forjar ideales.
Y finalmente, porque en mi pequeña comunidad cristiana, muchos se enriendan, se ven apabullados por los problemas y las dificultades que se van acumulando hasta no saber de qué modo salir adelante, porque muchos son atados a nudos difíciles de romper, intento ayudar a recobrar libertades y a reencontrar caminos.
Es un mundo en gran parte sin trabajo que necesita pan, es un mundo en gran parte sin amor, sin familia, que necesita afecto. Es un mundo atormentado, en gran parte inquieto insatisfecho en el que tendrás que dar sosiego y paz.
lunes, 29 de marzo de 2010
EL LAVATORIO DE LOS PIES
Hay un rito que siempre me ha fascinado en las celebraciones católicas de la semana llamada santa: El lavatorio de los pies
Es como que Jesús sabía que se le acababa el tiempo, que en poquitas horas más iba a quedar solo y también que tenía que dejar a los discípulos algo así como lo más grande y lo que más necesitaban.
Y este gesto de abajamiento, de servicio, de esclavitud, va unido a la Eucaristía. No puede ir separado. Son parientes, uno va pegado al otro. Cuando se vive cristianamente, la Eucaristía, necesariamente, nos despierta otra forma de hambre: hay hambre de pan y hay hambre de servicio. Agachamos la cabeza para comulgar, pero también tendría que nacer en nuestro corazón la necesidad de agachar la cabeza frente al servicio de los demás. Y cuando nosotros agachamos la cabeza para servir a los demás, es como que el mismo gesto nos invita como a nutrir el corazón para fortalecer este gesto con la Eucaristía. Van unidos. Si nosotros comulgamos sin agacharnos al servicio de los demás, le estamos trampeando a Dios. Hemos confundido la Eucaristía. Hemos creído que era una especie de seguro de vida, una aspirina para los propios dolores, una especie de certificadito para quedar bien frente a los demás. Si, en cambio, lavo los pies a los demás y no me acerco a la oración y al trato con el Señor, nuestro corazón pasa por la asistencia, que no tiene nada de malo, pero no llega a ser cristiano.
Las dos cosas van unidas. Un corazón que se anima a nutrirse en la Eucaristía, necesariamente tiene que buscar ámbitos de servicio, necesariamente tiene que entender que hay que agachar la cabeza… Y no hay que irse lejos. Hay que empezar por los más cercanos. Hay unos pies que lavar en casa. Quizás no sólo físicamente… Hay soledades que acompañar. Hay vejeces que cuidar. Hay hijos que no se escuchan, que necesitan ser escuchados. Hay esposos que necesitan ser más acompañados. Hay hermanos que necesitan ser invitados a nuestra mesa, en los días de fiesta o en estos tiempos de Pascua. Hay vecinos que sabemos que andan mucho más cortados que nosotros y que muchas veces no llegan a tener un plato digno a la noche, y a veces, gracias a Dios, nosotros sí… Hay gente que sabemos que necesita nuestra visita porque está muy sola. Hay gente que vive en el pecado o con alguna dificultad, y necesita una palabra de aliento de otro pecador, como somos nosotros. Cada uno es un pecador que visita a otro pecador.
Pero con cariño de hermanos nos corregimos, nos damos la palmadita en el hombro, nos decimos “hay que seguir caminando”, “no nos podemos quedar”, “mire para adelante”, “levante la cabeza”, “tenemos que seguir luchando”, “el camino no termina aquí”… Tantas cosas lindas que a veces escuchamos, de hermanos nuestros que nos han sostenido a lo largo de la vida con esta forma de lavatorio de los pies tan cariñoso, como tantos de los nuestros tienen para con nosotros a lo largo de la vida… Cómo nos cuesta estar atentos a ver quién necesita de nosotros una cabeza agachada… Cómo nos cuesta abrir las manos… estar más atentos al dolor de otros que al nuestro… Parecería que el nuestro siempre es más importante… que siempre tiene que ser atendido antes que el de los demás… que los demás deberían venir al nuestro… en vez de nosotros acercarnos al dolor de los demás…
Y el Señor tiene este gesto, que lo hace en medio de la angustia. Porque sabe la que se le viene. Porque sabe que le está limpiando los pies a un traidor, a quien ha llamado “amigo” y a quien quiere… Porque sabe que dentro de poco va a ver correr como niños asustados a estos discípulos que ahora le dicen “nosotros vamos con vos hasta la muerte”… Porque sabe que de aquí en más comienza a pasar noches de frío y de soledad. Y sobre todo porque sabe o intuye que se acerca la cruz, que no puede rajar… aunque como hombre, quisiera.
Que Dios nos ayude a entender este gesto inmenso del Lavatorio de los pies, que es un modo práctico para entender la Eucaristía.
sábado, 13 de marzo de 2010
LA CRISIS Y LA POBREZA EN EL SUR
Los tímidos intentos de controlar las actividades fiscales deben intensificarse para frenar los comercios ilícitos y mejorar la estabilidad financiera; pero también con la vista puesta sobre todo en la reducción de la pobreza en la que malviven millones de hombres y mujeres. La exigencia de nuevos flujos de ayuda al desarrollo, la anulación de la deuda o un comercio internacional más ventajoso para los países empobrecidos, pierde parte de su sentido si no se frena la sangría que supone la evasión fiscal y si no se cierra la posibilidad de que los dictadores y gobernantes corruptos tengan el fruto de su actuación en seguras y anónimas cuentas corrientes. Ese dinero debe ser devuelto a la gente de los países a quien pertenece. En uno de mi país vecino, se calcula que, durante la dictadura, desaparecieron de las arcas públicas del país unos 55.000 millones de dólares, casi el doble de la deuda externa de este país. Mientras en África millones de personas enfermas de malaria no pueden ser tratadas por falta de recursos, el dinero fluye desde estos países hacia los países del Norte, es absurdez pero real.
Como en tantos otros aspectos de la globalización, la solución sólo se puede encontrar en un enfoque multilateral, promoviendo la creación de una autoridad mundial única que regule y controle los flujos de capital y el tejido fiscal, incluyendo la competencia a la baja entre países y regiones. En esto no hay lugar para propuestas de reforma.
Pero gracia a Dios, hoy el compromiso de muchos movimientos sociales y las ONGs abre un amplio espacio a la autoafirmación de la gente y a la participación. Estos movimientos son un signo esperanzador para la defensa de la dignidad humana y los derechos de los pobres en los países del Sur.
miércoles, 10 de marzo de 2010
¿POR QUÉ ÁFRICA LLORA?
Yo quiero ser sincero contigo.
Lloramos nuestras tierras rojas
ríos de lágrimas, a mares lloramos.
Lloramos nuestras negras penas.
Lloramos nuestras jovialidades oprimidas.
Yo quiero, hermano mío, ser sincero contigo.
África llora desabrigada,
Llora con lágrimas rojas, color de dolor.
Llora su cuerpo entero.
Llora sus alegrías avasalladas.
Tú también ¿quieres llorar con ella?
¿Llorar sus manos negras?
¿Llorar sus heridas amargas?
¿Lágrimas rojas, color del martirio?
Lloramos nuestras jovialidades sujetadas.
Hermano, ¿quiero ser sincero contigo?
No lloramos porque sí
Algunos lloran las manos rojas,
lloran con corazón de piedra.
Lloramos las manos limpias.
Lloramos con corazón sincero.
Y no pararemos de llorar
por unos falsos llantos,
cómplices de opresión.
Llore África, llore.
Llore con tus lágrimas de madre.
Llore en tu dolor de parto.
Llore por tus hijos color de ébano
Llore por tus hijos color de heleno
Llore por tus hijos color indiano
Llore por tus hijos asiáticos
Llore por la humanidad
De tu llanto vendrás nuevas vidas,
y encontrarás consuelo.
Llore África, lucha.
martes, 9 de marzo de 2010
LLANTO DE LA NEGRA
"La columna duele en la siesta
No se la toma, no se la merece”
Se lamenta Lucia, la negra
Madre, encorvada de amargas penas.
Las manos endurecidas, y los pies descalzos,
La cara arrogada, los pelos despeñados
Se afana en su infierna tarea cotidiana
No recuerda sus años; se hace el silencio.
¿Quién prestará su voz a Lucia?
¿Quién la salvará de estos clavos?
¿Quién tendrá la locura audacia,
de luchar por sus hijos esclavos?
Mirándome de frente sin parpadear,
Dijo, con hondos y penosos ojos:
“No puedo, hijito, descansar.
Nuestros hombres no lo son más”
Engañados, arrojados en este infierno,
En las garras que devoran sus vidas,
Sepulturas ocultas llenas.
Si quieren escapar se les acaban.
¿Quién prestará su voz a Lucia?
¿Quién la librará de estos clavos?
¿Quién tendrá la locura audacia,
de luchar por sus hijos esclavos?
Eran millones sus hijos esclavos:
Esclavos de sus hermanos en su seno,
Esclavos de sus hermanastros afuera.
Son millones sus hijos esclavos.
Son millones de tus hijos Lucia
Que en su tierna puericia son crucificados
En monstruosos sistemas de aniquilación...
preparados para tu derrota.
¿Quién prestará su voz a Lucia?
¿Quién la librará de estos clavos?
¿Quién tendrá la locura audacia,
de luchar por sus hijos esclavos?
ASÍ LO VEO YO.
Además de denunciar la política del vientre, a los sindicalistas traidores, a los jueces ladrones, a los banqueros traficantes, a los cleros corruptos y no a los cleros sanos que nunca apoyamos.
Hagamos una denuncia algún día contra nuestra complicidad que, contribuyendo con sus pequeñas acciones cotidianas, ha generado la dirigencia infame que queremos cambiar.
A los que tiran la basura en la calle a cualquier hora y la dejan en cualquier lugar; a los fumadores que te echan el humo en la cara; a los que evacuan en cualquier rincón de la calle; a los que sólo critican sentados cómodos en casa y mirando la televisión; a los que habitan insulsamente los lugares prohibidos por la ley; a los que destruyen irracionalmente las casas de los pobres para un embellecimiento de la ciudad, a los taxistas que roban a sus pasajeros; a los que se matan por un asiento en el “Opëb” o autobús; a los que no ceden el asiento a ninguna embarazada o persona mayor y se hacen los distraídos; a los que piensan que ALGUIEN tiene que resolver esto sin preguntarse ¿qué puedo hacer yo?; a los que alguna vez dijeron 'algo habrá hecho'; a los Africanos fanfarrones cuando van al exterior; a los que toman el camino del Norte sin haberlo intentado todo; a los cobardes; a los miedosos; a los que nunca hablaron; a los que nunca se equivocaron porque tampoco nunca hicieron nada; a las mayorías que nunca reaccionan contra los 'grupitos violentos de siempre'; a los que enclaustran los pliegos de los ciudadanos en sus oficinas y no les importa para nada el derecho de los demás; a los que no se comprometen ni siquiera con su consorcio, ni con su barrio; a los que se callan la boca cuando ven una injusticia en la calle; a los periodistas que están más comprometidos con la empresa o el gobierno que les paga que con la verdad objetiva y la investigación; a los que violan todas las normas de tránsito y ponen en peligro la vida de los demás; a los que “motivan” (coimean); a los que reciben de motivación (coimas) ; a los “Opëb” ( dañados coches) que llevan a sus pasajeros como ganado y a los pasajeros-ganado que miran para otro lado con tal de llegar rapidito a casa o al trabajo y no tener problemas; a los que buscan la ventaja de los contactos para acelerar un trámite personal; a los policías que sostienen redes de corrupción desde sus paradas en las esquinas; a los que comulgan los domingos y el resto de la semana odian al prójimo más que a si mismos; a los ventajeros; a los que se quedan con los vueltos; a los que fabrican porquerías a bajo costo y mala calidad y se quejan de la competencia; a los que sacan el carnet de conducir sin haber movido un auto; a los vecinos que no se quejan; a los ciudadanos que no hicieron lo suficiente; a los que dicen que la política es sucia y se jactan de no militar en política porque en realidad esto es mucho más cómodo, etc., etc.
¿Qué hicimos o qué no hicimos para tener lo que tenemos? No alcanzará unos cambios electorales si no cambiamos las reglas de la convivencia que aceptamos cómodamente hasta ahora.