Hay un rito que siempre me ha fascinado en las celebraciones católicas de la semana llamada santa: El lavatorio de los pies
Es como que Jesús sabía que se le acababa el tiempo, que en poquitas horas más iba a quedar solo y también que tenía que dejar a los discípulos algo así como lo más grande y lo que más necesitaban.
Y este gesto de abajamiento, de servicio, de esclavitud, va unido a la Eucaristía. No puede ir separado. Son parientes, uno va pegado al otro. Cuando se vive cristianamente, la Eucaristía, necesariamente, nos despierta otra forma de hambre: hay hambre de pan y hay hambre de servicio. Agachamos la cabeza para comulgar, pero también tendría que nacer en nuestro corazón la necesidad de agachar la cabeza frente al servicio de los demás. Y cuando nosotros agachamos la cabeza para servir a los demás, es como que el mismo gesto nos invita como a nutrir el corazón para fortalecer este gesto con la Eucaristía. Van unidos. Si nosotros comulgamos sin agacharnos al servicio de los demás, le estamos trampeando a Dios. Hemos confundido la Eucaristía. Hemos creído que era una especie de seguro de vida, una aspirina para los propios dolores, una especie de certificadito para quedar bien frente a los demás. Si, en cambio, lavo los pies a los demás y no me acerco a la oración y al trato con el Señor, nuestro corazón pasa por la asistencia, que no tiene nada de malo, pero no llega a ser cristiano.
Las dos cosas van unidas. Un corazón que se anima a nutrirse en la Eucaristía, necesariamente tiene que buscar ámbitos de servicio, necesariamente tiene que entender que hay que agachar la cabeza… Y no hay que irse lejos. Hay que empezar por los más cercanos. Hay unos pies que lavar en casa. Quizás no sólo físicamente… Hay soledades que acompañar. Hay vejeces que cuidar. Hay hijos que no se escuchan, que necesitan ser escuchados. Hay esposos que necesitan ser más acompañados. Hay hermanos que necesitan ser invitados a nuestra mesa, en los días de fiesta o en estos tiempos de Pascua. Hay vecinos que sabemos que andan mucho más cortados que nosotros y que muchas veces no llegan a tener un plato digno a la noche, y a veces, gracias a Dios, nosotros sí… Hay gente que sabemos que necesita nuestra visita porque está muy sola. Hay gente que vive en el pecado o con alguna dificultad, y necesita una palabra de aliento de otro pecador, como somos nosotros. Cada uno es un pecador que visita a otro pecador.
Pero con cariño de hermanos nos corregimos, nos damos la palmadita en el hombro, nos decimos “hay que seguir caminando”, “no nos podemos quedar”, “mire para adelante”, “levante la cabeza”, “tenemos que seguir luchando”, “el camino no termina aquí”… Tantas cosas lindas que a veces escuchamos, de hermanos nuestros que nos han sostenido a lo largo de la vida con esta forma de lavatorio de los pies tan cariñoso, como tantos de los nuestros tienen para con nosotros a lo largo de la vida… Cómo nos cuesta estar atentos a ver quién necesita de nosotros una cabeza agachada… Cómo nos cuesta abrir las manos… estar más atentos al dolor de otros que al nuestro… Parecería que el nuestro siempre es más importante… que siempre tiene que ser atendido antes que el de los demás… que los demás deberían venir al nuestro… en vez de nosotros acercarnos al dolor de los demás…
Y el Señor tiene este gesto, que lo hace en medio de la angustia. Porque sabe la que se le viene. Porque sabe que le está limpiando los pies a un traidor, a quien ha llamado “amigo” y a quien quiere… Porque sabe que dentro de poco va a ver correr como niños asustados a estos discípulos que ahora le dicen “nosotros vamos con vos hasta la muerte”… Porque sabe que de aquí en más comienza a pasar noches de frío y de soledad. Y sobre todo porque sabe o intuye que se acerca la cruz, que no puede rajar… aunque como hombre, quisiera.
Que Dios nos ayude a entender este gesto inmenso del Lavatorio de los pies, que es un modo práctico para entender la Eucaristía.
Muy lindo tu comentario Padre Yves!
ResponderEliminarTe saludo desde e 22 de Enero Pcia de Buenos Aires Argentina, con cariño, mucho recuerdo de momentos compartido juntos!
Felices Pascuas!!!
Miguel Angel Ayala
Hola Miquel que bueno leerte, Sabes para nosotros hacer también lo que hizo Jesús aquella noche, no es solamente participar de la Misa los domingos, o diaria, sino ante todo partirnos a nosotros mismos, es decir quitar todo tipo de resistencia ante Dios, hacerle lugar en mi vida, en mi corazón, quitar todo tipo de rebelión hacia él o hacia los hermanos. Dios no quiere muchas cosas de mí: me quiere a mí. Por eso el cristiano no puede limitarse a celebrar la eucaristía, sino que también debe ser eucaristía con Jesús. Lo he entendido concretamente ahí en el barrio con mis hermanos de la Casa Pau Noguero y con todas las comunidades del Barrio 22 Enero. Un abrazo a todos y todas. ¡Que el resucitado nos haga luchar por el valor y dignidad de toda y cada persona!
ResponderEliminarIves, m'encanta este comentario que vas entablando con tus amigos e, incluso, con africanos. Ojalá nuestros congregantes se animaran a participar más, yo publico en mi blog todos los que me envían. Espero que Dominique, Jean Bosco, Silvère, Lotele, etc. se animen a abrir sus espacios de comunicación. Abrir un blog no ofrece mayores dificultades. Felices Pascuas!
ResponderEliminarGracias Jaume,
ResponderEliminarNadie puede honestamente negar que tengamos más que nunca medios y espacios de informaciones eficaces, sin embargo nuestro reto es ayudar para que estos espacios se conviertan en oasis de comunicación, como lo estás haciendo. Creo que no es vano hacerlo, cuando tendré la oportunidad animaré a otros. ¡A ver si se suman!
¡Un fuerte abrazo y feliz pascual!