No es infrecuente escuchar hablar que los católicos nos referimos casi siempre a una pareja ideal de matrimonio, fundadora de la familia, que hacemos referencia a familia sin “grandes” problemas, donde todo se desarrolla bajo un cielo azul intenso. La imagen de la familia es llevada a su plenitud.-¿Pero qué pasa con las demás que están lejos de este ideal?-
¡Son tantos los matrimonios que atraviesan tormentas o hacen naufragios! Muchas familias son monoparentales, otras están separadas, otros con familias con proles paralelas, otros juntos y llenos de soledad, y qué decir de los matrimonios golpeados por la esterilidad o probados por hijos enfermos. O llorando una muerte. La pregunta surge a flor de labios ¿Será que Dios los ha abandonado? ¿Existirá una palabra que sirva para todos?
Lo primero es afirmar con todo el énfasis posible: el amor no podrá jamás practicarse si el precio a pagar no es la verdad, así como la verdad no podrá ser anunciada sino por un corazón que ama de verdad.
Existe una “buena nueva” para todas las familias, para las ideales, para las monoparentales, para las que sufren, para las que se mantienen con el esfuerzo, para las que perduran. Hay “Buena nueva” para todos porque Jesucristo no dejó a nadie afuera. Su Redención supuso una presencia de todos sin exclusión.
¡Son tantos los matrimonios que atraviesan tormentas o hacen naufragios! Muchas familias son monoparentales, otras están separadas, otros con familias con proles paralelas, otros juntos y llenos de soledad, y qué decir de los matrimonios golpeados por la esterilidad o probados por hijos enfermos. O llorando una muerte. La pregunta surge a flor de labios ¿Será que Dios los ha abandonado? ¿Existirá una palabra que sirva para todos?
Lo primero es afirmar con todo el énfasis posible: el amor no podrá jamás practicarse si el precio a pagar no es la verdad, así como la verdad no podrá ser anunciada sino por un corazón que ama de verdad.
Existe una “buena nueva” para todas las familias, para las ideales, para las monoparentales, para las que sufren, para las que se mantienen con el esfuerzo, para las que perduran. Hay “Buena nueva” para todos porque Jesucristo no dejó a nadie afuera. Su Redención supuso una presencia de todos sin exclusión.
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