domingo, 6 de noviembre de 2011

“! ESTÉIS ATENTOS !” (Mt. 25, 1-13)


Estamos por terminar el año litúrgico. Faltan dos domingos para que llegue la fiesta de Cristo Rey, fiesta con la que termina el año litúrgico. El paso de los años nos recuerda que no somos eternos en este mundo, que así como nuestra existencia en el mundo presente tiene un principio, así también tendrá su fin. No sabemos ni el día ni la hora en que eso ocurrirá, pero sí sabemos que el Señor Jesús ha de volver un día. Aunque lo más probable es que nosotros partamos hacia la casa del Padre antes que se produzca el retorno triunfal de Jesús.
No hace falta hacer mucho esfuerzo para darse cuenta de la enseñanza principal que Jesús quiere dejarnos hoy: “Estéis atentos”, de hecho lo dice al final de la parábola: “estéis prevenidos porque no sabéis ni el día ni la hora.”
Son muchos los aspectos que podríamos meditar sobre este evangelio, pero quisiera detenerme al menos en uno. El modo como nosotros estamos viviendo esta espera. O sea el modo como estamos viviendo esta verdad tan obvia de saber que no somos eternos aquí en la tierra. Una verdad tan obvia pero que pareciera que a veces en medio de la fajina cotidiana solemos olvidar. A la luz del evangelio podemos hacernos esta pregunta: ¿qué significa estar con las lámparas encendidas?
Y creo que se trata de ver cómo estamos viviendo nosotros esta espera. De revisar cómo estamos viviendo cada uno de los instantes de nuestra vida, aun los más pequeños. Porque muchas veces confundimos esta virtud de la vigilancia, de estar atentos, con una actitud enfermiza que nos termina llenando de miedos con respecto a la muerte. Entonces vivimos obsesionados, pensando que en cualquier momento nos puede pasar una desgracia.
O también a veces nos equivocamos pensando que estar preparados implica estar siempre en oración, haciendo cosas referidas a la Iglesia, o simplemente cosas piadosas.
Cuando en realidad el mejor modo para esperar es vivir en plenitud cada instante. Si vivimos así cada momento de nuestra vida, entonces nosotros descubriremos, que no importa lo que estemos haciendo, sino que lo que importa es que seamos fieles a lo que nos toca vivir en cada instante. Que vivamos con fidelidad las cosas cotidianas. Que vivamos con fidelidad nuestro trabajo, nuestro estudio, nuestro noviazgo, nuestro matrimonio que descubramos que la santidad no consiste en hacer cosas extraordinarias, sino extraordinariamente bien las cosas ordinarias.
Ojalá Dios nos conceda esta gracia de la vigilancia. Aún en lo pequeño, de vivir siempre con las lámparas encendidas.  Si hay un amor para dar mañana, mejor démoslo hoy, si hay un perdón que nosotros hemos propuesto para el mes que viene, ni mañana ni el mes que viene: hoy comenzamos a sembrar el perdón. Si hay una sonrisa o un cariño que estamos mezquinando para hacer sentir que nos han ofendido, hoy es el momento de bajar las manos y darnos cuenta que el tiempo es algo demasiado rico para negociarlo mal.
Y ése es el mensaje del Señor hoy: nos llama a estar atentos. Pero no para vivir con miedo de que nos pase lo peor, sino para vivir la vida con sabiduría, preparando el corazón para el encuentro con Dios, como un artista puede preparar una obra de arte.
La mejor manera de esperarlo es gritarse a sí mismo frente al espejo, cada mañana al levantarse, que ese día que empieza es el más importante de nuestra vida.
Que la Mare Déu del Coll nos ayude a descubrir que la mejor manera de esperar la venida del Señor es viviendo con fidelidad y responsabilidad cada momento de nuestra vida.

3 comentarios:

  1. La parábola habla del aceite: ¿ Qué significa o simboliza?

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  2. El aceite no tiene ningún significado especial, en la parábola no cumple otro papel que el de significar la disposición como para poder gozar de la compañía del Señor cada vez que se nos manifieste.

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  3. El aceite a que hace alusión la "parábola" no podría estar indicando nuestra colaboración en la misión de dar a "conocer a Jesús"? ¿ no es parte esencial para que la lámpara--Jesús-- pueda arder y difundirse?

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