jueves, 12 de mayo de 2011

IV DOMINGO DE PASCUA: PASTOR DE VERDAD

    
 El protagonista de hoy, como no podía ser de otra manera en Pascua, es Cristo Jesús, que se proclama a sí mismo como el Buen Pastor.
Puede ser que no nos guste mucho la imagen del pastor y las ovejas, sobre todo si nos fijamos en lo del “rebaño” y que todas las ovejas “le siguen”. Parecería como si se favoreciese una visión paternalista y gregaria de la comunidad eclesial. O podemos pensar que tal vez los que vivimos en ciudades no entenderemos la imagen empleado por Jesús.
     Sin embargo, no es la intención de Cristo ese tono peyorativo del “rebaño” y del seguimiento al pastor, porque él les describe con rasgos claramente personalistas y de respeto a la libertad de cada uno. Y tampoco es verdad que los “urbanos” no podamos entender las características de un pastor y su relación con las ovejas, aunque no veamos cada día rebaños que cruzan nuestras calles o autopistas.

     Si lo pensamos bien y meditamos un poco atentamente este relato del evangelio, sacaremos una interesante lección de Jesús. Jesús dedica palabras muy duras a los fariseos, que eran en verdad “malos pastores” del pueblo. Por contraste, las cualidades que debe tener un buen pastor les hacen falta hoy, en positivo, a todos los que de alguna manera son “pastores” en la comunidad como colaboradores de Cristo a favor de todos: ante todo los ministros ordenados, desde el Papa hasta los obispos, presbíteros y diáconos, pero también los padres, los educadores, los catequistas, los que llamamos “agentes pastorales” de una comunidad. Todos participan en un grado u otro del ministerio pastoral de Cristo Jesús.
     Y a todos ellos les va bien recordar que el auténtico pastor:
1.      entra por la puerta legítima y no, como los ladrones, por la puerta falsa; no se arroga él mismo el ministerio, sino que lo recibe de la Iglesia, y en el caso de los ministros ordenados, sellado con un sacramento; no puede actuar como los falsos profetas o guías ciegos que no conducen a la salvación, sino a la perdición; si Pedro predica con valentía y autoridad, es porque ha oído de labios del mismo Maestro la palabra: “apacienta a mis ovejas”;

2.      conoce a sus ovejas, las llama por su nombre: ¿no es esta una invitación a que los pastores conozcan y respeten a cada persona, con sus características, su temperamento y formación? ¿Se puede decir que conocemos a cada oveja por su nombre, a cada persona en su contexto y sus circunstancias, y no considerar que todas son iguales y tratarlas “gregariamente”?;

3.      “va delante de las ovejas”, camina precediéndolas: da la cara por ellas si acecha el peligro, las conduce por caminos seguros, les da ejemplo de servicialidad, de entrega por los demás, de desinterés, de vida de oración, de lucha por la justicia; es como Jesús, que en su decidida marcha hacia Jerusalén, iba delante de sus discípulos (cf. Mc 10, 32) y, en la última cena, se ciñó la toalla y les dio un magnífico ejemplo dé servicialidad fraterna, y al final les dijo: “vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros, porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros”;

4.      anuncia a todos la buena noticia de la resurrección de Cristo con el mismo entusiasmo que el primer Papa, Pedro, y los demás apóstoles, que no podían guardar para sí la gran convicción y llenaron el mundo de su anuncio;

5.      no se aprovecha a favor propio de la misión que se le ha encomendado, sino que debe estar dispuesto a defender y dar su vida por las ovejas, como Cristo…

     Terminemos pidiendo que los Sagrados Corazones nos ayuden a redescubrir esta llamada a ser buen pastor, que nos ayude a redescubrir que estoy llamado a algo grande, a volar alto, para lo cual es necesario seguir a Jesús, el Buen Pastor, escuchar su voz y pedirle que nunca me baje de sus hombros.

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