La procesión de hoy no es sólo la entrada a la Eucaristía: es la entrada a toda la Semana Santa. Cada Misa la iniciamos con una “entrada”, pero la de hoy es especial, recordando la de Jesús cuando llegó a Jerusalén para su semana decisiva. Sus discípulos seguramente pensarían que este era el momento decisivo para proclamar rey a su Maestro. Pero Jesús sabe que, aunque parece entrar como Señor y Rey, en realidad, antes tiene que sufrir como el Siervo, y que en vez de un trono le espera la cruz.
Las dos dimensiones son importantes para hoy y van íntimamente unidas. Tal vez algunos de los que hoy vienen a “bendecir ramos”, no acudan después a las celebraciones del Triduo Pascual. Por eso es bueno que se unan en la celebración de hoy el recuerdo de la muerte, con la lectura de la pasión, y también el adelanto de la resurrección, que aparece en varios textos, y se escenifica de alguna manera en la procesión.
La Pascua son las dos cosas: cruz y vida. Y nuestro seguimiento de Cristo comporta, a veces, cargar como él con la cruz. Seguramente no será tan dramático nuestro camino como el suyo: abandonado de todos, incluso con silencio o ausencia aparente de Dios, azotado cruelmente, escarnecido, clavado en la cruz, ejecutado injustamente. Pero sí tendremos días en que se acumulan los motivos de dolor y desánimo.
Por eso también nosotros necesitamos reafirmar hoy de alguna manera, con la procesión de ramos, la confianza en el triunfo de Cristo y nuestro. Estamos destinados, no a la cruz, sino a la vida. No al sufrimiento, sino a la alegría perfecta. Aunque el camino sea como el que nos ha señalado Jesús. No todo el año será Semana Santa. O si lo es, también irá acompañada de Pascua. Las celebraciones de esta Semana, sobre todo las del Triduo Pascual, son como el faro que da sentido a la vivencia de todo el año. Que no nos quedamos lamentándonos porque las cosas están mal en el mundo, sino que debemos levantarnos de nuestro adormecimiento y comenzar a actuar, con hechos positivos, para que se manifieste el reino de Dios entre nosotros. Es por tanto muy oportuno que la palabra de Dios nos diga estas cosas.
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