¿Cuáles son los signos para mí de Resurrección que tengo que encontrar…? Porque nosotros a Cristo Resucitado no lo vamos a encontrar físicamente. No se nos va a cruzar por los caminos. Hay que encontrar sus signos…
Sus signos son la piedra corrida. Y para nosotros también es la piedra corrida. Signos de Resurrección son aquellas piedras del corazón que el Señor quitó… He aquí un dolor que creíamos que íbamos a arrastrar hasta la muerte, y quizá el Señor o lo quitó o nos enseñó a llevarlo… Era la incredulidad y de golpe pudimos ver… Era el creer que estábamos solos y de golpe nos dimos cuenta que estábamos acompañados… Es el intentar lo imposible, que tantas veces probamos y lo volvemos a intentar y gracias a Dios se nos dio… Es el perdón postergado… Es la dureza de corazón que se anima a apostar a la ternura… Es el silencio cobarde de la ofensa que se anima a hablar y a decir: “mira, tenemos problemas y hay que conversar…” Es el negocio tramposo que algún día hay que aclarar y un día nos animamos a pedirle al Señor que corra la piedra para que el alma no esté intranquila con nuestras pequeñas o grandes matufias, a las que a veces tratamos de disimular pero que en el fondo del corazón, sentimos que hay algo que no está en su sitio, y en eso Dios corre la piedra y nos animamos entonces a ponerle nombre al pecado, y nos animamos entonces a ponerle nombre a la gracia y a reconocer que Dios estuvo mucho más presente que lo que nosotros suponíamos.
Que cada uno se haga cargo de su propio camino pascual. Con la convicción de que cada camino pascual tiene una ida y una vuelta. Hay un viaje hacia el sepulcro, muy misterioso… Estos días caminábamos hacia la cruz. El camino pascual es un caminito hacia adentro. El sepulcro abierto está aquí. La piedra corrida está en el propio corazón… o no. Quizá hoy tengamos que decirle: “Señor, ojalá en este camino hacia adentro pueda reconocer o pedirte con humildad que esta piedra, que tapa el corazón y que a veces incluso se confunde con el corazón, sea corrida por ti, que lo que yo no pueda lo hagas tú…” Y el Señor lo hace. Si estas mujeres enamoradas que salen a la madrugada se hubieran puesto a reflexionar según la lógica, como de hecho parece que sucedió en el camino (se pusieron a sacar cálculos de cuánto pesaba la piedra), se hubieran vuelto a su casa. Y si se hubieran vuelto a su casa, quizá nosotros no estaríamos celebrando la Resurrección, al menos de este modo. Pero justamente el obstáculo y el pensar en la dificultad no fue más fuerte que el amor: “Aunque sepamos que no vamos a poder correr la piedra, vayamos”. y cuando estaban cerquita vieron que la piedra esta corrida…, se dijeron entre ellas, alguien la corrió. Lo que quizás no sabían ellas es que en vez de haber sido corrida de afuera, había sido corrida de adentro por el mismo Señor…
Dios no nos pide que corramos piedras que a veces no nos da fuerza para correr. Hay dolores que no nos alcanzan las manos para quitar… Hay pecados que pesan tanto, que uno a veces dice realmente creo que no podría yo solo por mi cuenta terminar de correr esta piedra. Hay ingratitudes y resentimientos que pesan mucho más que esta piedra… Y el desafío no es quitarlos nosotros porque simplemente no podemos, no llegamos, no nos da fuerza… El desafío es ponernos en camino.
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