sábado, 26 de noviembre de 2011

“VELAD LOS CORAZONES….” (Mc. 13, 33-37)

     
Hoy comenzamos un nuevo año litúrgico. Y lo hacemos con el tiempo de Adviento, que es el tiempo de preparación para la Navidad, es este mes que dedicamos para que la navidad no se nos vaya de las manos. (Cambio de colores litúrgicos)
Adviento significa venida. Y comúnmente solemos hablar de tres venidas de Jesús, de tres advientos. La primera venida de Jesús es la histórica que ocurrió hace dos mil años en Belén. Cuando el Hijo de Dios se hizo hombre, habitó entre nosotros y resucitó para nosotros. Hoy lo recordamos, y en este tiempo de preparación para la navidad queremos imitar la esperanza y el hambre de Dios de los pueblos que suspiraron por el salvador.
El segundo adviento, o la segunda venida de Jesús serán al final de los tiempos. Jesús vendrá a cerrar la historia. Será el triunfo definitivo del amor, del bien, de la verdad.
Pero hay un tercer tipo de adviento, que es la venida permanente de Jesús a mi corazón, a lo más íntimo de mi persona. Viene de mil modos. Hoy vivimos constantemente este adviento, y sobre todo para eso están estas semanas previas a la navidad, para intensificar nuestra apertura a ese Jesús presente entre nosotros, para intensificar nuestra apertura a ese Jesús que viene de nuevo a mi vida en esta navidad.
Porque puede sucedernos, y de hecho muchas veces nos sucede, que la Navidad pase de largo. Por eso, nos hace bien que, de entrada el evangelio de hoy nos diga ESTÉIS ATENTOS porque cuando menos se den cuenta se nos viene encima navidad y otra vez a pedir perdón por haber dejado pasar un tiempo de gracia. Y Adviento es tiempo de preparar el corazón en serio para la navidad.
Adviento es este mes para hacerle lugar a Dios que quiere hacerse carne en mi vida, es este mes de hacerle sitio al Niño Dios que quiere volver a nacer en mi corazón, adviento es este tiempo para preparar un  lugar en nuestro corazón al Niño Dios que viene a nuestro encuentro.
El desafío en este mes de adviento es ese. Yo tengo que hacerle sitio al Señor en este tiempo, ya no en la posada, ya no en una casa física, sino ahora es hacerle sitio en mi vida, hacerle sitio en este momento de mi historia.
El desafío es ver cómo podemos ir preparando el corazón para esta navidad. Porque en general Navidad nos agarra con frío; nos agarra medio hartos de estudiar; nos agarra al final de un año muy cansador.
Y puede pasarnos que no le hagamos lugar a Jesús en esta navidad. Puede pasarnos que pasemos todo este mes sin escuchar como Dios nos está golpeando las puertas y nosotros le decimos que ahora no podemos, que estamos ocupados, que mejor empezamos el año que viene. Y entonces así nos pasemos este tiempo aceleradísimos en tantas cosas sin darnos cuenta que se nos escapa lo más importante.
Quizás cada uno podría preguntarse cuál va a ser el modo para prepararse de la mejor manera.
Por ejemplo alguno podrá asumir el compromiso de tener DIEZ MINUTOS DIARIOS de oración, de silencio. Y preguntarse dónde van a estar esos diez minutos. Van a estar al levantarse, al mediodía; a la noche, si es que a la noche se puede. Porque en general los últimos diez minutos del día no son los mejores. Que no vayamos a hablar con Dios cuando ya no podemos más. Primero, porque así nadie escucha; y segundo, porque es muy triste que justamente a quien más amamos, le estemos dedicando diariamente los restos de minutitos que nos quedan, para hablar con Aquel que nos creó, que nos salvó, que nos sostiene, de quien dependemos.
Otro podrá preparar el corazón para navidad asumiendo el compromiso de estar con un poquito de mejor humor en casa. Porque en general nos pasa, que: o porque estamos a mil estudiando, o porque tenemos muchísimos problemas en el trabajo, o por lo que sea..., pero lo cierto es que a veces estamos de tan pésimo humor que nadie nos puede pedir nada, que nadie se nos puede ni acercar porque ya es motivo de pelea. Entonces es un buen propósito el tratar mejor a quienes nos rodean; ya que justamente navidad es el nacimiento del Rey de la Paz, que muchas veces encuentra en nosotros tanta guerra, que no se siente en su sitio, no encuentra el pesebre que él necesita en nuestro propio corazón para nacer. Él, que viene a traer la paz… encuentra guerra, viene a traer la luz… nos encuentra llenos de tinieblas, viene a traer la ternura… nos encuentra agrediendo a todo el que se nos cruza,… y entonces, no encuentra el sitio.
Hoy mismo, no esperemos hasta el 24 de diciembre, hoy mismo empecemos a decirle: Ven Señor Jesús, quédate con nosotros porque te necesitamos, quizás hoy más que nunca. Nuestro corazón quiere ser este año ese pesebre sencillo donde vos puedas nacer y llenarme el corazón de vida como siempre lo haces cuando te abrimos las puertas.

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