domingo, 24 de julio de 2011

“EL REINO DE DIOS COMO EL GRAN NEGOCIO…” (MT 13, 44 - 52)


El Evangelio de hoy nos ofrece el desafío de encontrar un tesoro escondido, de encontrar la perla valiosa. Está hablando, el Señor, en términos de el Reino. El Reino de los Cielos. Y nos presenta al Reino como el gran negocio. Un negocio donde no hay cosa a medias, es a todo o nada, es a vida o muerte.
Este hombre encuentra el tesoro en un terreno malísimo, porque esos terrenos no eran buenos; lo esconde de nuevo, con lo cual está clarísimo que un cristiano no es un zonzo que sale a gritar lo que encontró; se aviva, lo esconde y llega a su casa y le dice a la señora “mire, vendemos todo, querida ¿eh?; ande poniendo todo en paquetes, que vendemos todo”. (La mujer habrá pensado "éste se chifló"). Después que venden todo, va y compra el terreno; sin decirle al dueño del terreno, por supuesto, porque él no sabe qué tiene enterrado allí. Y una vez comprado, se "arrebata" el tesoro. Y nosotros también, como cristianos, somos hombres que andamos buscando el propio tesoro. ¡Ay del cristiano que no descubra en su propio corazón el tesoro escondido! Cada uno de nosotros tiene un tesoro escondido, y lo tiene mucho más cerca de lo que cree, porque lo tiene en el propio corazón. Lo hemos dicho el otro día, decía San Agustín, Tú estabas en lo más íntimo de mi propia intimidad, y mientras yo te buscaba afuera, Tú estabas adentro. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba Contigo. Entré dentro de mí y aquí te encontré. Este desafío es también para nosotros, es como la capacidad de animarse a creer que en la vida, las cosas más importantes se negocian a todo o nada. Que para un cristiano, el adquirir el Reino de los Cielos, no es un hobbie, no es una actividad de fin de semana, ni de ratos libres; sino que es vital. No es el desafío de ser "un poco mejores", el desafío es vivir o no vivir cristianamente. El desafío no es pensar que esta vida cristiana, es a premio y castigo por parte de Dios; Dios no es un maestro jardinero, que le da la golosina al bueno y el cachetazo al que no quiso tomar el cafecito; sino que se es o no se es cristiano. Y la gran apuesta es ésta, la de ser, la de girar el corazón, la de convertirse, la de cambiar el alma. A veces hemos dejado incluso entrar en nuestro lenguaje un lenguaje falso, decimos "quiero ser más cristiano, quiero ser mejor cristiano". Yo diría, se es cristiano o no se es; porque el hecho solo ya de ser cristiano, ya no da aún más; porque ser cristiano implica ya radicalidad, implica ya negocio al todo o nada. Con lo cual, el desafío para nosotros, pasa por allí, por animarnos a creer en esta gran apuesta; y creer también que, en este negocio no hay posturas medias. A veces nos convendría, a veces uno quisiera encontrar algo grande, sin dejar nada; a veces queremos poseer el tesoro, sin dejar muchas veces, los puestitos miserables del propio corazón. A veces nos adherimos, o quisiéramos adherirnos sin separarnos de las cosas que nos enredan, de las cosas que no nos ayudan a entregar el corazón enteramente a Dios.
Qué difícil que es quitar ese peso, ese hilo o esa cadena, que hacen que el corazón no pueda terminar por hacer el gran negocio. Cuantas personas pasaron por esta vida, y pasamos por esta vida, sin negociar "el gran negocio". Cuántas personas viven de tantos negocios pequeños, enredados en ellos; que terminan por perder “el gran Negocio”. Cuántas personas apuestan a tanta riqueza con minúscula, que terminan empobrecidos y miserables muchas veces, frente al gran Tesoro del corazón. Como decía aquel hombre al terminar su vida, Hemos sido tan pobres, que solo hemos tenido dinero. Y esto se puede dar también en nuestra vida, cuando uno queda como trabado, bloqueado, con aquellas cosas que no nos animamos a negociar. Y es cierto que nuestro corazón muchas veces dice "Señor, no me saques todo", "Señor, que la prueba no sea fuerte", "Señor, me cuesta soltar lo que me estás pidiendo". Es como un grito del corazón, sin embargo el Señor, que no se deja ganar en generosidad, pero cuando Dios pide que dejemos cosas, pide que dejemos cosas grandes; pero no en el nivel de la tortura. Sino que antes, hay una adhesión a Cristo. Este hombre va y vende todo, y se compra esa sola perla; pero antes, descubrió la perla. Y en nuestra vida lo mismo. Nosotros no vamos a hacer ningún sacrificio que sea cristiano, si antes no encontramos el motivo por el cual hacer el sacrificio. Nosotros no vamos a renunciar a nada, si antes no encontramos la razón o la Persona, a la cual adherirnos. Por eso, el cristianismo no es una tortura de renuncias como algunos piensan, que viven renunciándose a mil cosas, viven mortificándose, pero no se adhieren a nada, ¡No! La renuncia cristiana, es posterior a la adhesión del corazón, el vencer la casa es posterior al encontrar el tesoro. Y justamente es bellísima esta imagen de este hombre que vuelve feliz, guardando un secreto, pero traicionando el secreto con su propia alegría, dice algún autor. La mujer seguramente dijo "¿Qué encontraste, qué te ha pasado?", quiere guardar el secreto, pero la alegría lo traiciona. Así debería ser un cristiano: alguien que no puede guardar el secreto del Tesoro que encontró a lo largo de su vida.
Que nos ayude el Señor a entender esta gracia, que nos ayude a entender que no hay posturas medias en esto del Reino de los Cielos; que no se puede "prenderle una vela a Dios y otra al diablo". Que no se puede ser UN POCO CRISTIANO, sino que se ES o NO SE ES. Que nos ayude el Señor a quitar aquello que no permite que compremos la perla, o encontremos el tesoro.

1 comentario:

  1. Padre Yves,
    Se entende que la vida cristiana compromete toda la persona y algo que vale la pena vivir. Gracias por tu lenguaje simple y significativo.

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