domingo, 17 de julio de 2011

EL MAL EN EL MUNDO: ¿CÓMO SITUARNOS? (Mt 13, 24-43)


Continuando con la enseñanza del domingo pasado, donde el Señor nos da la imagen del sembrador que salió a sembrar. El evangelio de hoy nos muestra la posibilidad y la realidad de que en nuestro campo se mezclan misteriosamente, trigo y cizaña. Y nos deja, creo, una enseñanza sobre el mal en el mundo.
Esta parábola nos habla claramente de la existencia del mal en el mundo. En nosotros y fuera de nosotros, en nuestra sociedad, en los ambientes donde nos movemos, conviven por el momento el bien y el mal.
Más de una vez nos preguntamos por qué existe el mal, porque Dios lo permite. Y la parábola de hoy nos enseña en primera lugar a no escandalizarnos ante la presencia del mal. Hay quien encuentra motivos para dudar de Dios al ver el mal en sus diversos rostros: guerras, enfermedades, la corrupción que abunda. Hay también quien halla motivos de desanimo ante las debilidades y el pecado. O quien a partir de esto tiene un pretexto para desentenderse de las responsabilidades.
Es cierto, existe la cizaña. No lo podemos negar, el maligno siembra de noche semillas que no son precisamente del Espíritu de Dios. Pero Dios pareciera que no tiene prisa en arrancar esa cizaña. No quiere resolver el problema recurriendo a su omnipotencia y pasando por encima de la libertad de las personas. Y tampoco quiere que nosotros nos apresuremos y las arranquemos antes del tiempo de la cosecha.
Con lo cual no quiere decirnos que aceptemos el mal. Sino que debemos luchar contra él. La existencia de la cizaña no me debe ser una excusa para dejar de ser trigo. Debemos pedir la gracia de la vigilancia para cuidar el terrenito que es nuestro propio corazón, donde ciertamente el Señor sembró trigo. Siembra primero el trigo, y atrás viene el sembrador de la cizaña. Porque el sembrador de la cizaña, no pretende dar ningún fruto, sino arruinar el trigo; por lo cual, nunca viene antes; siempre viene después. Así es que, nunca una tentación viene antes, sino después de una Gracia.
De manera que nosotros si queremos saber cuál es la voluntad de Dios, una de las pautas que tenemos es fijarnos dónde está golpeando la tentación. Porque normalmente, lo contrario de lo que la tentación golpea, es lo que Dios quiere. Si, por ejemplo, uno está tentado de avaricia, ya se sabe que lo que Dios quiere es generosidad; si uno está tentado de soledad, en el mal sentido de la palabra; seguramente Dios antes, ha ofrecido la gracia de la comunicación, de dejar entrar al otro en el propio corazón.
Y ésta es una de las enseñanzas de hoy. La cizaña viene siempre después del trigo. Si hay cizaña, hay que agradecer; porque es seguro que hay trigo. Si yo descubro que en mi corazón hay cizaña, me alegro; no por la cizaña, sino porque es signo de que Dios está trabajando; y yo también tengo que trabajar,…es cierto que no tenemos en nuestras manos las soluciones para los males del mundo, pero frente a los problemas del mundo, tenemos nuestras manos. El sembrador tampoco tiene el poder de suscitar la primavera, pero tiene la oportunidad de comprometer sus manos con la primavera. Y esta debería ser nuestra actitud frente a la existencia del mal.

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