La Epifanía se originó en oriente, antes que en occidente se estableciera la fiesta de Navidad. Lo que se celebraba no era solamente la adoración de los magos, como aparece a primera vista en la festividad actual, sino todas las manifestaciones del Señor ante los hombres. El nombre correcto de la fiesta es “Epifanía”, que significa 'manifestación', y no 'día de Reyes', como se dice popularmente.
El relato de la visita de los magos a Jesús recién nacido, que se proclama en la Misa de este día, ha hecho que la Epifanía se convierta en una celebración que goza de todas las simpatías del mundo infantil: el día de Reyes. Por eso mismo se lo ha rodeado de una gran cantidad de elementos fantásticos que empobrecen el mensaje evangélico. Se añaden elementos provenientes de la fantasía, a los que se les confiere valor central, y al mismo tiempo se dejan de lado otros elementos que en la Biblia son fundamentales.
Para captar el valioso mensaje que nos hace llegar Dios por medio de la Escritura Sagrada debemos ceñirnos a la lectura bíblica, sin dejarnos llevar demasiado por la imaginación.
Observemos que en el relato del evangelio todos los personajes son convocados para que se acerquen a Jesús:
Los magos son advertidos por una estrella, los sumos sacerdotes y los maestros de la Ley por la lectura de la Biblia, mientras que Herodes llega a ese conocimiento por la palabra de unos y otros. Dios quiere revelarse a todos los hombres, y para eso no usa un solo lenguaje. A cada uno le habla así como cada uno puede entender.
Los sumos sacerdotes y los maestros de la Ley son aquellos que tienen acceso a la palabra de Dios expresada en la Biblia. Siguiendo esa palabra pueden llegar a encontrarse con el Señor.
Los magos son aquellos hombres que viven en medio de la ignorancia y la superstición. No han sido abandonados por Dios, y también la palabra se dirige a ellos como se ha dirigido a los otros. Aun las doctrinas erradas, las religiones falsas, las creencias supersticiosas pueden contener elementos de verdad que lleven a los hombres hacia Dios. La Iglesia enseña a no rechazar nada de lo que hay de verdadero y santo en todas las religiones, porque siempre son luces de la única verdad. La sabiduría y la filosofía de los paganos frecuentemente han sido medios por los cuales muchos han sido conducidos hacia el conocimiento de Dios.
Pero conocer la Biblia o tener elementos de verdad en la doctrina o en la religión que se sigue no es suficiente. Lo importante es llegar a encontrarse con el Señor. Los sumos sacerdotes y los maestros de la Ley del relato del evangelio se contentaron con saber recitar correctamente el texto de los Profetas que se refiere al Mesías, pero no fueron al encuentro de Jesús. Los magos, en cambio, no se sintieron satisfechos con la señal que encontraron en su religión y en su ciencia, sino que siguieron buscando hasta que encontraron a Jesús.
¿Y Herodes?, Herodes es el hombre que está instalado en el poder y las riquezas. Cuando oye hablar de Jesús descubre que su posición corre peligro porque si se encuentra con el Señor se hallará ante la exigencia de renunciar a su posición injusta. Adopta entonces una actitud hipócrita: finge ser piadoso e interesarse por el Niño, pero en su corazón ha tomado la determinación de matarlo. Es el hombre que aparenta ser bueno pero que pone los medios para que Jesús no se haga presente en el mundo, porque su presencia es contraria a sus intereses y conveniencias.
Con la fiesta de la Epifanía, se conmemora la ‘manifestación’ del Señor, que se realiza de diferentes formas. Quizá, los cristianos, deberíamos ofrecer a nuestros niños nacidos en esta sociedad, una iniciación a la reflexión personal, a una cierta vida interior y a la apertura a Dios.
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