viernes, 28 de enero de 2011

IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO: LAS BIENAVENTURANZAS (Mt 5, 1-11)

Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles… Ese entonces se convierte en un ahora; ahora y aquí nos acercamos a Jesús para escucharlo. Y su palabra de hoy comienza así: Dichosos los pobres en espíritu. Es la primera de las bienaventuranzas porque en cierto sentido, allí están contenidas todas las demás.
El evangelio de hoy nos ofrece una opción, un estilo de vida. Una opción que es muy sencilla, muy clarita. Al menos para entenderla con la cabeza, pero la dificultad está cuando hay que vivirla.
El desafío y la opción es en donde ponemos nosotros la confianza. Si nuestra confianza está puesta en nosotros mismos o en nuestras cosas materiales, o si está puesta en el Señor…
Cuántas veces en los momentos difíciles uno se da cuenta de cuántas cosas ha estado atado durante mucho tiempo. Es en esos momentos difíciles, de prueba, que uno dice: “…realmente yo, en qué creí…”
Cuando nuestro corazón se arraiga y pone su confianza en Dios, entonces, no deja nunca de ser fecundo. Ni siquiera en los momentos en que quizá se pase por tiempos de mucha sequía. Se sigue dando frutos porque el corazón está arraigado y ha puesto su confianza en el Señor. Tiene reservas, frente a la prueba, no es que no se sufre, se sufre pero no se achica, no se destruye. Saca reservas de donde a veces creemos que no hay. Reservas de fe, oración, confianza, solidaridad, capacidad de consuelo a los demás.
En cambio cuando un corazón no sabe de confianza en Dios y ha puesto toda su confianza en las cosas que se nos van de las manos, no hay donde ir a buscar agua ahí adentro porque se ha vivido demasiado en la superficie.
Ser rico no es malo, nunca lo ha sido… Pero es peligroso… Porque uno puede poner el corazón en la seguridad que le da lo que tiene. Entonces, ese ámbito del corazón que se aferró a la chequera, …a la tarjetita, …a saber que el mes que viene no nos va a faltar lo que tenemos hoy, …el viaje, …el auto… Todas cosas en si mismas buenas, pero que nos pueden quitar ámbitos de confianza en Dios.
¿Cuál es la gracia del pobre? Es saber que como no lo tiene, tiene que depender necesariamente de Dios. Y entonces experimenta una gracia de dependencia, que solamente el que la vive la entiende. La pobreza se sufre, pero junto a ella hay una gracia adherida de confianza en Dios, que realmente es envidiable.
Que frente al evangelio de hoy nos preguntamos con sinceridad: ¿Dónde vamos a echar las raíces del propio corazón…? ¿En qué tenemos puestas las seguridades del propio corazón…?
Y que nos ayude el Señor a ir despojándolo. Es muy difícil el quitar todo de golpe, casi imposible. Dios no lo pide así. Sería como una especie de exceso de Dios. Y Dios es paciente.
Nos pide que vayamos como tomándonos tiempo y discerniendo, frente a Él, qué es lo que está de más. No es tirar todo por la ventana, ni tampoco es la justificación de decir “la cosa va por otro lado, es espiritual”. Sino que es ponerse frente a Dios y en la oración discernir. Porque la idolatría y la seguridad en sí mismo, hacen muchas veces que nuestro corazón se vuelva miope, ya que estamos tan rodeados de cosas que hay que andarlas cuidando. Vivimos teniendo y las vivimos defendiendo. Quizá legítimamente. Pero vivimos pendientes de nuestras cositas, y a veces se nos han ido de las manos: Dios, …la felicidad, …los hijos, …la vida de familia, …las amistades, porque quedamos cuidando ¿qué? Cenizas. Y cuando termina la vida, decimos: “Aposté” Aposté en una vida de esfuerzo simplemente para cuidar… cenizas… Y aquello más fundamental, donde Dios se manifestó, que es el amor y la fe, lo tiramos. “No tuve tiempo, ni para Dios, ni para el amor…” ¡Qué terrible…! ¡Y qué frecuente…!
Ojalá nos demos cuenta a tiempo de que todavía estamos a tiempo de poder aferrarnos a la fe y al amor. Que es mucho más importante el amor y el tiempo perdido con los hijos, que el negocio de la semana que viene que va a significar tres noches sin dormir, y que quizá sería bueno alguna de esas noches perder diez minutos con el hijo que está en conflicto. Y que es más valioso estar bien con él que con nuestros negocios. No nos trampeemos… No seamos esclavos de nuestras cositas.
Ser cristiano no consiste en vivir otra vida, sino en tratar de vivir de otra manera la vida de cada día.
Que los Sagrados Corazones de Jesús y María, nos ayuden a vivir las bienaventuranzas, que ellos nos ayuden a revisar en qué o en quién tenemos nosotros puesta nuestra confianza en esta vida, para poder vivir este camino de felicidad que Jesús nos propone.

domingo, 23 de enero de 2011

III DIMANCHE DU TEMPS ORDINAIRE : LA LUMIERE ET LA JOIE (Mt 4, 12-23)

Dimanche passé nous avons vu l’annonce du pardon des péchés, et aujourd’hui nous écoutons la grande annonce de la lumière et de la joie qu’Isaïe avait déjà prophétisée bien avant à un peuple submergé dans les ténèbres et en manque de joie. Et cette promesse qui s’annonça en ce temps du prophète, se réalise et Dieu l’accomplit en la personne de Jésus. Peu après son baptême, Jésus va à Capharnaüm, justement la région dont parlait Isaïe. Et la présence de Jésus en ce lieu est vue par l’évangéliste comme la réponse favorable de Dieu à sa promesse. Dieu accomplit sa promesse de lumière et de joie en la personne de Jésus. Jésus est la lumière et la joie véritable pour les hommes et les femmes. Et ce sont les deux grâces à demander ce dimanche : Lumière et joie.
En premier lieu, Jésus est la grande lumière apparue pour l’humanité. Je suis la lumière du monde dira - t’il. Mais que signifie la lumière ? Signifie la sécurité et surtout la vie.
Justement la lumière implique la sécurité, le jour, on chemine paisiblement, plus sereinement, plus sûre; Tout est plus clair. La nuit, quand on a peur, on allume une lampe. C’est parce que la lumière nous met en confiance. Et ceci signifie que Jésus est la lumière de nos cœurs, l’assurance qu’il est ressuscité, qu’il vit et qu’il est avec nous tous les jours de notre vie jusqu’à la fin du monde. C’est pourquoi nous ne devrions pas vivre dans la peur, dans l’anxiété, nous devons inspirer confiance aux autres.
Mais en plus de la sécurité, la lumière signifie la vie. C'est-à-dire, le but et objectif de notre existence ici sur terre. Savoir que l’on est fait pour vivre en communion avec Dieu, qu’ici nous sommes simplement des pèlerins. Alors, s’il y a des croix, des petites pierres que nous rencontrons au croisé du chemin, c’est logique, car la joie complète se réalisera au ciel.
La lumière est signe d’espérance, de fécondité et de vie. Pour cela le défie serait nous demander si les autres par notre témoignage personnel peuvent percevoir en nous la lumière nouvelle d’espoir inébranlable ou au contraire, nous transmettons une sensation de pessimisme, de fourbure et lassitude.
Et en second lieu, l’autre annonce d’Isaïe qui s’accomplit en Jésus, est la joie.
Quand Jésus est né, ce fut une annonce de grande joie pour tout le peuple. Une joie qui doit fleurir en nous – comme disait Saint Paul – quoique ce soit une joie en pleine tribulations. Parce qu’en réalité la joie révèle la présence de l’Esprit sur un chrétien. Le fruit de L’Esprit est amour, joie et la paix. Et le monde qui ne croit pas encore nous défie justement en ce domaine, en la capacité de manifester publiquement la joie.
Et on peut tomber dans l’erreur de se justifier en évoquant les situations difficiles que nous vivons, les problèmes familiaux et sociaux. Mais cela est un défie aussi vieux comme la foi en Dieu. Déjà au temps d’Isaïe, 700 ans avant Jésus-Christ, les israéliens ont dû vivre la joie et la confiance en Dieu en pleine exil.
Aujourd’hui, nous devrions nous demander en quoi avons-nous mis notre confiance et notre joie. Dieu est la joie de mon cœur ? La joie de ma vie ? Qu’est ce qui me rends triste ou me remplis de joie ? Peut-être la Bonne Nouvelle que Jésus m’apporte ne descend pas encore au fond de mon cœur. Peut-être nous ressemblons à ce peuple triste qui cheminait abattu dans les ténèbres en allant en exil.
Cependant Dieu ne nos abandonne pas, chaque dimanche, chaque fois que nous venons à la Messe, nous venons un peu comme ces israéliens affligés, fatigués et pleins de tristesse, mais en sortant après avoir écouté la Parole de Dieu et après avoir communié le Corps du Christ, Nous devons être comme ces gents qui ont vu multiplié dans leur cœur la lumière et la joie à apporter aux autres.
Le monde à droit d’attendre de nous cette lumière et cette joie que nous avons : connaitre que Jésus rempli de sens la vie des hommes et des femmes. Cela ne nous appartient pas c’est un don que Dieu nous offre pour apportait aussi aux autres.
Que les Sacrés Cœurs de Jésus et de Marie, foyer de notre Amour, nous accorde cette grâce !

sábado, 22 de enero de 2011

III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO: LUZ Y ALEGRÍA (Mt 4, 12-23)

 El domingo pasado veíamos el anuncio del perdón de los pecados, y hoy escuchamos el gran anuncio de la luz y de la alegría que Isaías ya había profetizado tiempo atrás, a un pueblo sumergido en tinieblas y falto de alegría.
Y esta promesa que se anunció en tiempos de Isaías, se hace realidad y Dios la cumple en la persona de Jesús. Poco después de su bautismo, Jesús va a Cafarnaúm, justamente la región de la que había hablado Isaías. Y la presencia de Jesús en este lugar es vista por el evangelista como el sí de Dios a su antigua promesa, Dios cumple su promesa de luz y alegría en la persona de Jesús.
Jesús es la luz y la alegría verdadera para los hombres y las mujeres. Y estas son las dos gracias para pedir este domingo: Luz y alegría.
En primera lugar, Jesús es la gran luz aparecida para la humanidad. Yo soy la luz del mundo, dijo Jesús. Pero… ¿Qué significa la luz?
Significa la seguridad y sobre todo la vida.
Justamente la Luz comunica seguridad. De día caminamos más tranquilos, más serenos, más seguros; todo se hace más claro. De noche, cuando tenemos miedo prendemos una luz. Es que la luz nos da seguridad. Y el signo de que Jesús es la luz que ha ganado nuestros corazones, seguridad de que Cristo resucitó, de que vive y está con nosotros todos los días de nuestra vida hasta el fin del mundo, por lo que no tendríamos que vivir con miedo, no tendríamos que vivir en la inseguridad, en la búsqueda angustiosa. Tendríamos que comunicar seguridad a los demás.
Pero además de seguridad, la luz significa la vida. Es decir el final y el objetivo de nuestra existencia aquí en la tierra. El saber que estamos hechos para vivir en comunión con Dios, que aquí simplemente somos peregrinos. Por eso si hay cruces, piedras que nos salen al cruce del camino, es lógico que así sea, ya que la felicidad completa sólo se va a dar en el cielo.
La luz es signo de esperanza, es signo de fecundidad y de vida. Por eso el desafío sería preguntarnos si los demás a través de nuestro testimonio personal, pueden descubrir en nosotros la luz nueva de una esperanza que nunca desaparece ni se quiebra, o por el contrario estamos transmitiendo una sensación de desaliento, de pesimismo, de cansancio.
Y en segundo lugar, el otro anuncio de Isaías que se cumple en Jesús,  es la alegría.
Cuando Jesús nació, fue anunciado como una gran alegría para todo el pueblo. Una alegría que debe florecer en nosotros – como decía San Pablo -, aun cuando sea una alegría en medio de las tribulaciones. Porque en realidad la alegría revela la presencia del Espíritu en un cristiano. El fruto del Espíritu es amor alegría y Paz. Y el mundo que todavía no cree nos desafía justamente en este terreno, en la capacidad de saber estar en medio de la alegría y de hacerla triunfar.
Y uno puede caer en la tentación de justificarse por la situación que estamos viviendo, por los problemas familiares o sociales. Pero este es un desafío tan antiguo como la fe en Dios. Ya en tiempos de Isaías, 700 años antes que Jesús, los israelitas tuvieron que vivir la alegría y la confianza en Dios aún en medio del exilio.
Hoy tendríamos que preguntarnos en que hemos puesto nuestra confianza, nuestra alegría. ¿Dios es la alegría de mi corazón? ¿Es la alegría de mi vida? ¿En quién o en qué pusimos el corazón? ¿Qué cosas nos entristecen, y qué cosas nos alegran? Tal vez todavía la Buena Noticia que nos trajo Jesús no ha bajado hasta la profundidad de nuestros corazones. Quizás nos parecemos todavía a ese pueblo entristecido que caminaba agachado en las tinieblas, yendo hacia el exilio.
Sin embargo Dios no nos abandona,…cada domingo, cada vez que venimos a Misa, venimos un poco como aquellos israelitas afligidos, cansados y cargados de llanto;… pero al salir después de haber escuchado la Palabra de Dios y de haber comulgado con el Cuerpo de Cristo,… debemos ser como gente que vio multiplicada en su corazón la luz y la alegría, para llevarla a los demás.
El mundo tiene derecho a esperar de nosotros esa luz y esa alegría que tenemos al saber que Jesús llena de sentido la vida del hombre. No nos pertenecen, son como un don que Dios nos regaló para llevarlo a los demás.
Que los Sagrados Corazones de Jesús y María, foco de nuestra caridad, nos conceda esta gracia.

viernes, 14 de enero de 2011

II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO: CONDITION DE CHRETIEN (Jn 1, 29-34)

Las Lecturas de este día nos pueden ayudar a hacer una reflexión sobre nuestra condición de cristianos, sobre nuestra condición de testigos. Dejamos ya atrás el misterio de la navidad, y comenzamos el tiempo ordinario, donde no celebramos un aspecto concreto de la vida de Cristo sino su persona y su misterio global (por eso el sacerdote vuelve a usar la vestidura de color verde). Y hoy la liturgia nos propone que pensemos en nuestra condición de cristianos.
En la primera lectura Isaías anuncia al futuro Mesías, salvador del pueblo. En la segunda vemos a San Pablo como predicó y escribió incansablemente sobre Jesús a todo el mundo conocido. Y en el Evangelio de San Juan para este domingo vemos como Juan el Bautista señala a Cristo como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Es algo bueno para nuestra reflexión y nuestra experiencia cristiana ver lo que Dios ha hecho en la historia. Pero también nos hace mucho bien ver cómo esos criterios de Dios que contemplamos en la historia, también se actualizan, se realizan en nosotros hoy día.
En aquel entonces fue esa indicación de Juan el Bautista: “Ahí va el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, y hoy también deberíamos decirlo de cada cristiano que muestra el Evangelio, que lo vive, que se hace testigo de ese Evangelio. ¿Se podría decir también de nosotros: “este es el evangelio que quita el pecado del mundo”? No el Evangelio de letra muerta, sino el Evangelio vivido en cada uno de nosotros. El Evangelio que se hace compromiso, que se hace carne, que se encarna, como el Hijo de Dios se encarnó y vivió entre nosotros.
Estamos viviendo momentos muy importantes, en la historia de la Iglesia y también en la historia de nuestro mundo. Y la Iglesia tiene que salir al paso de estos grandes desafíos que estamos viviendo. Tanto en la cultura, en la educación de la fe, en la vida familiar, en la vida general y política hay grandes transformaciones y grandes desafíos, y grandes injusticias también.
¿Qué dice la Iglesia a todo esto? Ya que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo que vive en la historia, es Cristo mismo que quiere seguir presente como el cordero de Dios que sana, que quita el pecado del mundo. Justamente el Concilio Vaticano II nos habla de cómo Dios sigue hablando a través de la historia, a través de los hombres, como Dios sigue hablando a través de los acontecimientos de la historia. Y nos da una lectura -muy buena- acerca de como los cristianos tenemos que vivir el tiempo presente. Habla de los signos de los tiempos e interpreta que los signos de los tiempos son esas expresiones que manifiestan las necesidades de las personas, de las comunidades; el hambre y la sed que tienen las comunidades de vivir en paz, de vivir la verdad, de vivir la unidad… Como diciendo: “el mundo está gastado, está de vuelta de todo tipo de intolerancia, de guerra, de pesimismo, de falta de amor…, de egoísmo en todas sus manifestaciones”. Las personas, las comunidades, los pueblos tienen sed de progreso, de vida, de dignidad.
A los cristianos nos toca entonces interpretar, leer… Hacer una lectura espiritual de nuestra historia, una lectura personal también de nuestra propia vida familiar, para poder recomenzar desde Cristo una historia totalmente nueva.
Esta Eucaristía que vamos a recibir hoy, nos ayude a todos a ser sensibles a esa otra liturgia que hay que vivir en la familia y en todos los ámbitos en que nos movemos. A la misa la vamos a comprender cada vez más si aprendemos en nuestra vida, a hacer de nuestra vida un ofertorio. ¿Enseñan los padres de familia hoy día a hacer el ofrecimiento de obra a sus hijos…? ¿Salimos nosotros a trabajar todas las mañanas ofreciendo a Dios todo lo que nos pase…, todos nuestros pensamientos, nuestras palabras, nuestras acciones…? Qué fácil es quejarse y maldecir la comunidad. Todos denuncian… Es una parte, que nos ha enseñado la condición humana… Pero la condición cristiana de nuestra existencia, también nos enseña a anunciar. Y anunciar es mucho más difícil. ¿Por qué? Porque yo puedo estar denunciando una injusticia, y eso lo tengo que hacer; pero lo importante es que yo encienda una luz…Diga “aquí estoy…” Y aunque parezca que estoy remando contra la corriente, o quiero trasladar el Aconcagua con una cucharita, yo sé que mi fe junto a la fe de muchos hermanos míos puede dar mucho. Ojalá que la Esperanza nos aliente, nos empuje a estas transacciones en este año. En la familia, en la vida comunitaria, que el Señor ponga a prueba toda nuestra creatividad para hacer felices a los demás.
En este año 2011 que ya se ha abierto, preguntémonos: ¿qué hice por Cristo…, qué estoy haciendo hoy por Cristo… y qué debo a hacer por Cristo en este 2011…? ¿Cómo voy a anunciarlo, a decirlo a los demás que Jesús es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo? Que el Señor nos conceda esta gracia.

jueves, 6 de enero de 2011

¿EPIFANÍA O “DÍA DE REYES MAGOS”?

La Epifanía se originó en oriente, antes que en occidente se estableciera la fiesta de Navidad. Lo que se celebraba no era solamente la adoración de los magos, como aparece a primera vista en la festividad actual, sino todas las manifestaciones del Señor ante los hombres. El nombre correcto de la fiesta es “Epifanía”, que significa 'manifestación', y no 'día de Reyes', como se dice popularmente.

El relato de la visita de los magos a Jesús recién nacido, que se proclama en la Misa de este día, ha hecho que la Epifanía se convierta en una celebración que goza de todas las simpatías del mundo infantil: el día de Reyes. Por eso mismo se lo ha rodeado de una gran cantidad de elementos fantásticos que empobrecen el mensaje evangélico. Se añaden elementos provenientes de la fantasía, a los que se les confiere valor central, y al mismo tiempo se dejan de lado otros elementos que en la Biblia son fundamentales.

Para captar el valioso mensaje que nos hace llegar Dios por medio de la Escritura Sagrada debemos ceñirnos a la lectura bíblica, sin dejarnos llevar demasiado por la imaginación.


Observemos que en el relato del evangelio todos los personajes son convocados para que se acerquen a Jesús:

Los magos son advertidos por una estrella, los sumos sacerdotes y los maestros de la Ley por la lectura de la Biblia, mientras que Herodes llega a ese conocimiento por la palabra de unos y otros. Dios quiere revelarse a todos los hombres, y para eso no usa un solo lenguaje. A cada uno le habla así como cada uno puede entender.

Los sumos sacerdotes y los maestros de la Ley son aquellos que tienen acceso a la palabra de Dios expresada en la Biblia. Siguiendo esa palabra pueden llegar a encontrarse con el Señor.

Los magos son aquellos hombres que viven en medio de la ignorancia y la superstición. No han sido abandonados por Dios, y también la palabra se dirige a ellos como se ha dirigido a los otros. Aun las doctrinas erradas, las religiones falsas, las creencias supersticiosas pueden contener elementos de verdad que lleven a los hombres hacia Dios. La Iglesia enseña a no rechazar nada de lo que hay de verdadero y santo en todas las religiones, porque siempre son luces de la única verdad. La sabiduría y la filosofía de los paganos frecuentemente han sido medios por los cuales muchos han sido conducidos hacia el conocimiento de Dios.

Pero conocer la Biblia o tener elementos de verdad en la doctrina o en la religión que se sigue no es suficiente. Lo importante es llegar a encontrarse con el Señor. Los sumos sacerdotes y los maestros de la Ley del relato del evangelio se contentaron con saber recitar correctamente el texto de los Profetas que se refiere al Mesías, pero no fueron al encuentro de Jesús. Los magos, en cambio, no se sintieron satisfechos con la señal que encontraron en su religión y en su ciencia, sino que siguieron buscando hasta que encontraron a Jesús.


¿Y Herodes?, Herodes es el hombre que está instalado en el poder y las riquezas. Cuando oye hablar de Jesús descubre que su posición corre peligro porque si se encuentra con el Señor se hallará ante la exigencia de renunciar a su posición injusta. Adopta entonces una actitud hipócrita: finge ser piadoso e interesarse por el Niño, pero en su corazón ha tomado la determinación de matarlo. Es el hombre que aparenta ser bueno pero que pone los medios para que Jesús no se haga presente en el mundo, porque su presencia es contraria a sus intereses y conveniencias.

Con la fiesta de la Epifanía, se conmemora la ‘manifestación’ del Señor, que se realiza de diferentes formas. Quizá, los cristianos, deberíamos ofrecer a nuestros niños nacidos en esta sociedad, una iniciación a la reflexión personal, a una cierta vida interior y a la apertura a Dios.