Faltan apenas 6 días para la nochebuena. Ya estamos a las puertas de la fiesta de la Navidad. Y para prepararnos bien, la Liturgia de hoy nos presenta dos personajes, uno del Antiguo Testamento y uno del Nuevo. Los dos tienen en común que están llamados a hacerle un lugar a Dios. Uno, es David, que ya está triunfante, ya sereno. David, ya ha pasado por la prueba, ya es grande y santo también. Un hombre en su madurez espiritual y humana. David quiere tener un gesto para con Dios y es hacerle un templo, le ofrece un espacio externo.
Y el otro personaje, es María, a quien el ángel le pide un espacio también, pero un espacio interno, de su corazón, de su seno, para que se geste allí el Niño y sea Ella la Madre del Salvador.
Son dos personajes santos, a los cuales Dios de un modo u otro, les va a pedir un espacio. David le ofrece un espacio externo, el templo, y se lleva un error porque él supone que Dios le va a contestar que “sí, te agradezco por esta casa...” Pero Dios le manda a decir que no es el tiempo, que ahora es el tiempo de hacer espacio en el corazón de su pueblo.
Teóricamente sabemos, que quien en realidad después llevó a cabo la construcción del templo no fue David, que quizás mezclaba un poco su deseo de servir a Dios y el de tener un templazo grande que le haga la competencia a los templos monumentales que hacían los demás pueblos a sus ídolos. Entonces, ya surgió el deseo de "no ser menos". David le ofrece un proyecto a Dios, él se lo presenta y Dios se lo rechaza. Es como que le está diciendo que el proyecto que El tiene es más grande que el proyecto de David, que supera ampliamente el proyecto de un templo. En el corazón de su pueblo Dios quiere vivir y eso es mucho más grande y más necesario que todo el templo que David le pudiese construir.
María, en cambio, ofrece un espacio interior, un espacio de escucha y un espacio de acogida. María es modelo de eso. Y ella es capaz de introducirse, no en un propio proyecto, sino que se anima a romper ese proyecto para unirse al proyecto de Dios; proyecto que para ella es muy duro.
María está dispuesta a renunciar y a guardar en silencio su secreto, pero eso implicaba también lo que pensaría José, porque sabía muy bien que no había convivido con ella. Lo que pensaría el pueblo si José cumplía la ley, porque él tenía derecho a denunciarla públicamente. Así que, para romper su propio proyecto no era nada fácil. Sin embargo, la respuesta de la Virgen es, primero hablar con Dios; le pide cuentas a Dios, le pregunta ¿Cómo es posible, cómo es posible, si yo no he convivido con ningún varón? Así como también nosotros frente a nuestros propios proyectos; Dios los rompe; les diría, ojalá nosotros tengamos, junto con la capacidad de reconocer esto, la capacidad de poder decirle a Dios, con sinceridad, "¿Cómo es posible?".
Dios no se enoja cuando nosotros peleamos los proyectos que rompe, se enoja cuando a los proyectos rotos por Él no los asumimos, y los llevamos así rotos al corazón y cerrando puertas a Dios. Entonces, nuestro corazón se va volviendo resentido, sobre todo cuando un proyecto de Dios pasa por la cruz, como normalmente suele sucedernos. El corazón se vuelve resentido, va pasando a amargura; y terminar también en rebeldía, y luego contra Dios. Cuando un corazón se anima a elevar su queja a Dios, entonces aquello se convierte en oración y es lo que se llama lamentación; y esto es un modo de oración.
María le pide cuentas al ángel “¿Cómo es posible?”, le pregunta. Y ojalá nosotros sepamos hacerlo así. “Señor, cómo es posible, cómo es posible que rompas esto; cómo es posible que no esté presente quien yo más quisiera; cómo es posible que aquello que tanto soñé se me fue de las manos; cómo es posible que no llegué a donde yo suponía; ¡cómo es posible! ...” y cada uno sabrá su propio "¡Cómo es posible!". Entonces Dios tendrá que responder, y a María el ángel le responde: No temas, alégrate, no temas. Como diciendo que este cambio de proyecto está en manos de Dios, y aunque nosotros no lo entendamos, es su voluntad. “Anímate a confiar”.
Dios nos pide esta gracia en este tiempo. En la figura de David, Dios nos da a entender que El prefiere hacer de un pueblo, y de nuestro propio corazón, su propia casa, y habitar allí.
Y a través de la imagen de la Virgen, Dios nos viene a enseñar la clave de Navidad. Esta clave de estar atentos, esta clave de escuchar el modo o mensaje que Dios tiene reservado para mí en esta Navidad.
Se acerca ya Navidad, falta poquito; estamos en la "semana de la desesperación"; y entonces, puede sucedernos que al final o al comienzo de la Navidad, nos hagamos una preguntita bien tramposa: ¿falta algo? Porque no se quiere que falte nada, pero les diría que la pregunta es tramposa; porque muchas veces, en el fondo, no es que "falte algo", sino que falta "Alguien"; que cuidamos tanto las cosas, que al final nos olvidamos de ese "Alguien", que es por quien estamos haciendo todo esto de las fiestas.
Que no caigamos en esta trampa, que sepamos y recordemos que si hace falta, Él, en nuestro corazón. Que sí en esta Navidad que viene hagamos de nuestro corazón ese templo. David ofrecía afuera porque no se animaba todavía a hacérselo adentro; la Virgen en cambio, sí se animó a ofrecerlo en su propio corazón y en su propio cuerpo y alma. Pues también a nosotros el Señor nos dice: Háganme sitio, que voy llegando. Ya estoy cerca.
¡Bueno domingo!
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