Las lecturas que la Iglesia ha elegido para que se proclamen en esta fiesta de la Santísima Trinidad se refieren al amor con que Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, nos ama a todos los seres humanos. En la primera lectura, Moisés invoca a Dios y lo llama con títulos que se refieren al amor: “Dios compasivo y bondadoso, lento para enojarse y pródigo en amor y fidelidad”. San Pablo, escribiendo a los fieles de Corinto, les asegura que “el Dios del amor y de la paz” estará siempre con la comunidad. Termina bendiciendo a los destinatarios invocando el amor de Dios.
Jesucristo ha venido para salvar, para darnos la vida del Padre, para hacernos vivir como corresponde a los hijos de Dios. Él nos otorga la vida y el amor del Padre por medio del Espíritu, que es la misma Vida y el mismo Amor de Dios, comunicado a nosotros para que de esa forma participemos de la vida divina que hay en la Trinidad.
Ante este plan que Dios realiza en nosotros podemos tomar dos actitudes: quienes no lo aceptan, quedan en su situación anterior como enemigos de Dios. No necesitan que Dios pronuncie una sentencia de condenación. No pueden decir: “Dios me condenó”, porque ellos mismos se condenan al elegir una vida que termina en la destrucción. Ya desde ahora están viviendo en una situación de condenación. Quienes rechazan a Cristo porque aman más las tinieblas, eligen vivir aferrados a todo lo que es malo y destructor del hombre; éstos pueden decir con toda seguridad que su vida, desde ahora, “es un Infierno”, y que así quedarán para siempre. ¿De qué otra manera se puede hablar cuando uno elige el odio y no el amor?
Quienes aceptan a Cristo como Hijo de Dios, creen en el Nombre con el que se presenta en nosotros, se dejan perdonar por Él y comienzan a vivir iluminados por Él, éstos comienzan a ser hijos de Dios y ya desde ahora están en la vida eterna porque viven participando del amor y de la alegría de Dios que se prolongará para siempre. Unidos a Jesucristo pueden invocar al Padre con el cariñoso nombre de “Abbá”, con que lo invoca su Hijo Jesús.
Quienes se resisten e impiden que el Espíritu Santo venga a habitar en ellos para restaurar la imagen del Dios que es amor, y de esa forma puedan amar como ama Dios, se encierran en el egoísmo, no aman a Dios ni a los hermanos, y lamentablemente tampoco se aman a sí mismos. Así deterioran definitivamente la imagen de Dios con la que fueron creados.
Si nuestra vida es ahora una participación de la vida de Dios Uno y Trino, todo nuestro ser y nuestro obrar debe reflejar lo que Dios es: liberados de todo lo que nos esclaviza y nos humilla, vivamos entregados libremente al amor de Dios y de nuestros hermanos. Ayudemos a nuestros hermanos a descubrir la felicidad de ser hijos de Dios.
Dice la primera carta de san Juan: “...Él dio su vida por nosotros: también nosotros debemos dar la vida por los hermanos... Si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros”. Si Dios es feliz haciéndonos participar de su alegría, también nosotros debemos buscar nuestra felicidad haciendo felices a los otros. Respetemos la imagen de Dios que hay en cada ser humano, tratemos de descubrir los valores que hay en los demás para amarlos cada vez más y para ayudarlos a perfeccionarse, no pongamos obstáculos humillándolos o impidiendo su crecimiento.
De esta forma seremos más felices, y contribuiremos a que el amor y la felicidad de Dios se derrame cada día más sobre la tierra.
Hola P. Ives,
ResponderEliminarTu charla de hoy a la facultad me encantó. me hubiera gustado escucharte más, sobretodo a la tarde, no hemos tenido tiempo para hacerte preguntas como a la mañana. Pero te hago aquí dos sobre tu publicación: ¿Porque vosotros los sacerdotes no habláis así a la misa? Y más, lo de poner obstaculos impidiendo el crecimiento no pasar entre Europa y Africa, o entre padres y hijos?
Ives, enhorabuena por la reflexión y los comentarios que suscita. Te animo a participar en la Novena Digital al Sagrado Corazón que he puesto en mi blog y el facebook con alguna de tus canciones preferidas. Vicenç te puede informar más del tema, si no estás en el facebook.
ResponderEliminarGracias Xavier,
ResponderEliminarYo tenía otro compromiso por eso no me quedé para el intercambio y el debate en la sesión de la tarde. Espero por lo medio que la reflexión en los grupos os han ayudado. Y de las dos preguntas que me estás asientos: a la primera, creo que hay muchos sacerdotes que trabajan para ello incluso en sus predicaciones. ¡Vamos! lo cierto es que en el conjunto, podamos mejora. Creo también que en lugar de espera todo de los sacerdotes, todo cristiano ha de formarse e informarse sobre la vida de la Iglesia y por supuesto vivir el estilo de Jesús. Y por la segunda pregunta, tanto por la relación África – Europeo, Padre - Hijo, creo que tienes razón. Una forma de egoísmo disfrazado de amor, que se ve con frecuencia, es la de los padres que dicen amar mucho a sus hijos, y por eso mismo los obligan a que sigan estudios que son del gusto de sus padres, pero no corresponden ni al gusto ni a la capacidad de los jóvenes. El resultado es siempre el mismo: se destruye a la persona “amada”.
El verdadero amor, en cambio, trata de descubrir todas las posibilidades que tiene la persona amada para poder luego colaborar en su crecimiento hasta que llegue a la perfección. El verdadero amor no busca para sí, sino para el otro, aunque no reciba nada en cambio. El verdadero amor es encontrar la felicidad en la felicidad del otro: sentirse feliz porque el otro es feliz. Hemos de preguntarnos aquí es el Norte si ponemos realmente los medios necesarios para que África y otros país del Sud se desarrollan y salen de la miseria, es cierto que conozco personas que trabajan sin presumir para palear esta situación, pero uno constata que actualmente(y es triste decirlo)el Norte se aprovecha de las debilidades y los políticos pocos honrados del continente negro condenado hoy a la ruina. Hay un montón de ejemplos que puede ilustrar esta situación dramática.
Un abrazo!