sábado, 11 de junio de 2011

PENTECOTES: DE LO EXTRAORDINARIO A LO ORDINARIO


     La primera lectura nos presenta la imagen de un Dios que domina, pero amorosamente; nos presenta la capacidad de Dios de hacer cosas extraordinarias, de romper en nuestro propio corazón aquello que suponemos que va a seguir siendo igual. Dios puede provocar en nuestro propio corazón nuevos pentecostés.
     La segunda lectura, en cambio, parece contradictoria. Dice simplemente San Pablo, que nadie es capaz de decir que Jesús es Dios, sino es por obra del Espíritu Santo. Es decir, pasamos de lo extraordinario, a lo más ordinario, a una frase tan sencilla, como poder afirmar, como lo hacemos nosotros cada día en el Padre Nuestro, que Jesús es Dios. El mismo Espíritu Santo que hace aquellas locuras con el pueblo de Dios. El mismo Espíritu Santo que sugiere en el silencio, de todo corazón las gracias nuestras, es el que sugiere el deseo de rezar, es el que nos mueve a un perdón en la familia, es el que nos anima a intentar una vez más lo que tantas veces intentamos, y que ha conocido tantas veces el fracaso, es el que nos hace morder la lengua cuando estamos por decir una crítica innecesaria, es el que nos hace esperar cuando necesito tiempo para tomar decisiones. Es decir, el mismo Espíritu de las cosas extraordinarias, trabaja en silencio en cada corazón, y hay que saberlo escuchar, porque un corazón que no está atento, Dios y el Espíritu Santo, le caminan a diario por su propio jardín que es el corazón, y muchas veces somos tan sordos y tan ciegos, que no nos damos cuenta ni siquiera cuenta de que Dios nos anda cuidando en secreto, y lo andamos buscando en cualquier lado, menos donde está, en el propio corazón. El evangelio nos presenta la síntesis de las dos cosas. El Señor les da una misión extraordinaria; les dice, desde ahora vayan, “id por todo el mundo; perdonéis los pecados, y a quienes vosotros perdonaréis, yo los perdonaré”. Les da un poder y una fuerza extraordinaria, pero lo van a tener que llevar a cabo, en la vida ordinaria, todos los días. Por eso el evangelio hace la síntesis de lo ordinario y de lo extraordinario, como fuerza del Espíritu Santo.
     Que los Sagrados Corazones nos ayuden a vivir esta fiesta del Espíritu Santo; pasando de lo extraordinario a lo ordinario. Y que nada ni nadie nos distraiga de escuchar y dejar que este Espíritu trabaje en nuestros corazones.




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