Ahora que estamos en la cuaresma, en estos cuarenta días en los que nos preparamos para celebrar la Pascua. La palabra de Dios de este Domingo se puede leer como una invitación a ir con Jesús al desierto: a entrar dentro de nosotros mismos (en nuestro corazón), a luchar contra las tentaciones y a encontrarnos con Dios. Para animarnos en este camino de desierto que suele ser nuestra vida, encontramos hoy esta página tan estimulante de las tentaciones de Jesús, que pueden reflejar bien las que encontramos nosotros en nuestro camino. Adán falló. Israel falló. Nosotros, por desgracia, también fallamos. Pero hoy se nos presenta a Jesús saliendo victorioso de la tentación.
Las que describen los evangelistas parecen como un resumen y eco de las tentaciones que Israel encontró en su marcha por el desierto.
Además, estas tentaciones se pueden considerar, no sólo como acontecimientos puntuales, sino como el símbolo de toda la vida de Jesús dedicada a la lucha contra el mal. Se repite siempre la tentación del querer ser más que los demás -Adán y Eva, Caín, la tentación de Jesús, al que querían hacer rey después de la multiplicación de los panes- y buscar una vida más fácil. ¿No es también la tentación de la Iglesia a lo largo de los siglos? ¿y la nuestra?
Cristo nos enseña el camino de la Pascua y nos anima a vencer las tentaciones. La tentación de convertir las piedras en pan, como si lo material fuera lo principal. La tentación de pedir milagros a Dios, manipulando a nuestro favor la vida religiosa. La tentación de adorar al diablo, o a los valores que no son los últimos, olvidando que Dios es el único absoluto a quien tenemos que adorar. Tal vez se puede resumir todo en la tentación de evitar el propio destino, la misión encomendada por Dios, la cruz. Para Jesús, la tentación de desviar el mesianismo en su favor. Para nosotros, la de desviar la fe también a nuestro favor, evitando sus exigencias.
Aparte de lo que pueda significar cada una de las tentaciones experimentadas por Jesús, lo principal es que, en nuestra lucha contra el mal, él nos da ejemplo de fortaleza, apoyado en la palabra de Dios: siempre cita las Escrituras para contestar al diablo.
No son sólo las naciones las que muestran a veces una ambición desmedida para conseguir la supremacía, pasando sin escrúpulos por encima de toda justicia. También nosotros experimentamos tentaciones que nos impulsan a buscar el camino fácil, egoísta, materialista, el de las cosas “a corto plazo”, sin abrimos a las verdaderamente importantes. Son tentaciones como las que muchas veces no supo vencer Israel en su travesía del desierto, seducido por los dioses falsos de los pueblos vecinos y su estilo de vida menos exigente que la alianza que habían firmado con Yahvé.
También nosotros caemos fácilmente en la idolatría, faltando al primer mandamiento, que sigue siendo el principal: “no tendrás otro dios más que a mí”. Nuestros “ídolos” no son ahora estatuillas de madera o piedra, sino otros dioses y diosecillos que nos creamos nosotros mismos -dioses a nuestra medida-, los valores que absolutizamos: el dinero, el placer, el poder, el prestigio, el propio yo…
Todos estamos comprometidos en una continuada lucha entre el bien y el mal. El mal existe. También dentro de nosotros. Por eso creo que es buenito que la comunidad parroquia haya elegido como lema de cuaresma: Una Cuaresma para mejorar el corazón. A todos nos costará vencer las tentaciones de nuestros corazones en el caminar hacia la Pascua. Pero es la condición para una vida cristiana: desierto, tentaciones, cansancio, sed, soledad, lucha, victoria, vida plena… Con la ayuda de Dios y el ejemplo estimulante de Cristo podemos y debemos vencer.
En la Vigilia Pascual se nos preguntará si renunciamos al demonio y a sus obras. Contestaremos que sí. Pero antes habremos de demostrarlo en las “obras de la Cuaresma”, pasando del hombre viejo al nuevo.
Orientaciones preciosas para que las llevemos a cabo en nuestro frágil peregrinar.
ResponderEliminarGracias, P. Yves, por la ayuda que pretendes darnos.
Creo que vale la pena lo que dice el P. Yves,es lo que deberíamos hacer, vivir las tentaciones como Jesús, pero Jesús es Hijo de Dios y nosotros pobres pecadores.
ResponderEliminarHermano, te entiendo, y creo que quizás no me he explicado suficientemente. Las tentaciones no pueden ser fáciles con nadie, solo que Jesús no solo que nos muestra el ejemplo, sino que no capacitad con su gracia a seguirlo en el camino de la vida. Supongo que cuando dices que Jesús era Hijo de Dios quiere decir que era Dios por eso está al abrigo del pecado. Pero aún así hemos de notar que la prueba de las tentaciones no le fue fácil. Le vienen de parte del demonio las famosas tentaciones, que le quieren hacer interpretar en provecho propio su condición mesiánica y de filiación divina: “si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes”, “tírate de aquí abajo y Dios encargará a los ángeles que cuiden de ti”, “todo esto te daré si te postras y me adoras”. Son la tentación de entender el mesianismo como triunfal, fácil, favorable a sí mismo, con prestigio y poder. De todas esas tentaciones sale vencedor Jesús y se mantiene fiel y totalmente disponible al plan salvador de Dios. Por lo tanto Jesús nuestro Hermano mayor nos estimula a seguirlo y en él esta filiación que tenemos ya con nuestro baptismo y la práctica de obras de misericordia como lo enseña la catequesis tradicional de la Iglesia es uno de los elementos importante de la vida del cristiano.
ResponderEliminar¡Te deseo una bueno preparación à la fiesta pascual!