El evangelio de este domingo es un evangelio que nos llama la atención. Llama la atención que Jesús, siempre tan sereno, lleno de ternura y de paciencia, aparezca aquí cargado de violencia contra los vendedores del templo.
¿Acaso no se trataba de gente que se ganaba la vida, que con ese trabajo llevaba a la mesa el pan para sus hijos? ¿Porqué una reacción así, entonces?
Pero el rechazo de Jesús no se dirigía tanto a los vendedores, que eran simples empleados, sino a las autoridades, que explotaban a la gente a través del culto. Porque cuando la gente iba al templo a ofrecer un animal como ofrenda, las autoridades lo rechazaban diciendo que no cumplía con todos los requisitos que ellos exigían. De esta manera la gente se veía obligada a comprar los animales, incluso las palomas, que vendían ellos en la entrada del templo.
La reacción de Jesús se explica entonces como una santa indignación contra los poderosos que se enriquecían a costa de la fe del pueblo sencillo y piadoso.
Ahora bien, ¿qué nos dice hoy a nosotros este evangelio? ...
... Podríamos hacer como una composición de lugar.
Como si llegásemos de pronto a una de nuestras iglesias y encontrásemos que aquel lugar en donde normalmente nos encontramos con Dios para rezar, se hubiera convertido en una gran feria, en un lugar de comercio, en un lugar, en definitiva, donde no hay sitio ya para Dios. Y lo que nos preocupa tanto, que no es esencia, ha ido ocupando el sitio de Dios, que el templo queda lleno del superfluo.
Y entonces el Señor toma esta reacción violenta, de una violencia ciertamente pacífica, en el fondo; por lo pronto ¿se imaginan lo que Jesús hubiera hecho simplemente con una cuerda anudada?
Pero la violencia y la fuerza no están tanto en la cuerda que toma, sino en la fuerza y la autoridad con que Jesús se mueve y se muestra, en la fuerza y la autoridad con que Jesús habla.
Quizás a nosotros no nos pase que llenemos el templo de negocios, (aunque más de una vez tenemos que reconocer que venimos a Misa y la cabeza sigue pensando en tantas preocupaciones, que estamos con el cuerpo en el templo pero con la cabeza en miles de otros lugares) ...
... de todas maneras Jesús quiere que miremos en primer lugar nuestro corazón, ya que de alguna manera aquí, el templo, es símbolo del propio corazón.
Es ahí, en definitiva, donde Jesús quiere caminar y señorear. Es ahí, en definitiva, donde hemos armado el mercadito, es ahí donde negociamos.
Por eso nos viene bien la primer lectura que leímos hoy, en donde Dios nos deja los diez mandamientos y nos dice: No tendrás otros dioses, ... no te postrarás ante ellos ni les rendirás culto ...
Tendríamos que preguntarnos: ¿cuáles son esos dioses que tenemos en este momento en nuestra vida y ante quienes nos andamos postrando? ¿cuáles son esos dioses a quienes les estamos rindiendo culto, esos dioses que están ocupando lugar en nuestro corazón y no le dejan espacio a Jesús, El único Señor?
En esta cuaresma, Jesús quiere que miremos con sinceridad el templo de nuestro corazón y que nos demos cuenta que se ha ido llenando de puestitos, y que a la larga, cuando llega la hora de la verdad, decimos a Dios: "Mira, Aquí te queda un rinconcito...," y al Señor no le bastan los rinconcitos; porque a un Dios que viene a ofrecer el Cielo y la eternidad para nosotros, es muy poco ofrecerle un rinconcito, donde se acomode sin molestar, donde se acomode sin tirar las mesas y arrojar las monedas.
Que esta cuaresma nos ayude a ser violentos pero en este sentido. Violentos justamente en sacar del propio corazón las mesas de comercio, los puestitos tramposos con que hemos ido llenando el corazón y que cada uno de nosotros bien conoce...
Todos podemos darnos cuenta que es lo que anda señoreando en nuestro corazón, y que no le deja lugar a Dios en nuestra vida.
Que El Señor nos ayude a pedir esta violencia pacífica que nos invita a luchar contra nuestros pecados y contra nuestras debilidades.