sábado, 31 de diciembre de 2011

“CON MARÍA CONSTRUIMOS LA PAZ” (Lc. 2, 16-21 )


 
“La paz es posible, porque es posible el amor..." El Papa Pablo VI



     Existen tres elementos que nos pueden ayudar a reflexionar en este domingo: el comienzo de un nuevo año, la fiesta de María Madre de Dios, y la jornada mundial por la paz.
     Hablemos, primero,  del Año Nuevo.
    Alguno podrá decir que en realidad es un día más, un día como otro cualquiera. Pero en realidad, estas fechas pueden servirnos para hacer una evaluación con Dios en nuestra oración, analizando en mirada retrospectiva nuestro itinerario seguido durante el año que acaba de concluir.
     Que agradezcamos a Dios todos los regalos, todos los dones con los que nos ha bendecido. Algunos quizás ya lo habrán hecho, si no, todavía están a tiempo. Estaría bien que en estos primeros días del año nos acercáramos a alguna Iglesia y tuviéramos una conversación con Jesús Eucaristía, unos momentos de meditación, de acción de gracias por lo recibido de sus manos.
     Que cada uno personalmente se anime a mirar, con mucha confianza, todos los momentos (llenos) de gracia en los que  sintió que Dios se mostraba Padre, donde sintió que la vida le sonreía, que en definitiva no es sino Dios el que  a través de todas las cosas nos bendice. Mirar aquellos momentos en que sintió que el corazón triunfaba, que el corazón se agrandaba y encontraba nuevos espacios de esperanza; y agradecerlos. Y confiar que si Dios ha estado tantas veces a nuestro lado, seguirá estándolo siempre. Y que, junto con esta acción de gracias, nos animemos también a leer las otras páginas, las páginas oscuras del año, las páginas dolorosas, tantas cosas que nos han dañado. Pero a leerlas también con Dios, para que descubramos con Él en la cruz nuestro camino de salvación.
     Continuaremos con el segundo punto que es la fiesta de Santa María Madre de Dios.
     Hoy celebramos su vocación. La vocación de la Virgen fue la de ser la Madre de Jesús, la de ser Madre de Dios. Y ella fue fiel a su vocación, fue fiel a la llamada que Dios le hizo en su vida. Dios le propuso un proyecto y ella aceptó, correspondió con la gracia que Dios le había regalado. Por eso hoy es muy saludable poner en Ella la mirada, para que nos ayude a ser consecuentes con nuestra vocación. Que nos ayude a  poner en las manos de Dios todos los proyectos que hicimos, los triunfos que conseguimos y los fracasos que soportamos; las cosas que nos salieron y las cosas que no nos salieron; las cosas que nos alegraron y las cosas que nos entristecieron, los momentos dulces y los amargos. Y también que María nos anime a empezar un nuevo año con un corazón que no tenga miedo al amplio horizonte, a la esperanza sincera y a la delicadeza de las pequeñas cosas de cada día.

     Por último, este domingo celebramos la jornada mundial de la Paz. Justamente al empezar algo nuevo la Iglesia nos propone la Paz. Seguro que cada uno tendrá bastantes cosas del pasado para corregir, y otras tantas para proyectar en el futuro. La Iglesia nos propone una muy concreta: un corazón en paz. Es imposible que haya paz en las naciones y en las familias si no hay paz en el propio corazón. La paz se contagia. Cuando se tiene, es susceptible de ser difundida a los que estando a nuestro lado carecen de ella. Que Dios nos ayude a revisar si realmente nuestro corazón es “escuela de paz”. Porque a veces nos quejamos de los violentos de este mundo, pero tendríamos que recordar que: No habría violentos a nivel mundial, si nosotros a nivel personal fuésemos pacíficos. Que podamos decir desde lo más hondo de nuestro ser: “Señor, danos un corazón pacífico. Desármanos, destruye las armas con las que lastimamos a los demás, y que en este año que empieza podamos ser instrumentos de tu paz, que donde haya odio pongamos  amor.” Ojalá que este sea uno de los objetivos más importantes para cada uno de nosotros en este año.
!Feliz año nuevo!

sábado, 24 de diciembre de 2011

“NAVIDAD: ¡nueva oportunidad…no temas!” (Lc.2, 1-14)

   
      Si hay un misterio, si hay una fiesta religiosa que todo los cristianos sabe de que se trata es la Navidad. Es muy difícil, que alguien no sepa que en Navidad celebramos el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios que se hace hombre. De hecho hace ya dos mil años,  que generación tras generación, los cristianos de todas las épocas vienen pronunciado el nombre de Belén con profunda emoción y con un corazón lleno de gozo y agradecido.
     Hoy nosotros también queremos peregrinar con el corazón hacia Belén. De hecho hace más de 2000 años atrás el nacimiento de Jesús fue una nueva oportunidad, fue la oportunidad con mayúsculas que Dios le dio al pueblo elegido para empezar algo nuevo en su historia. Para nosotros esta navidad tiene que ser también una oportunidad que Jesús nos regala para que nazca algo nuevo en nuestra vida, en nuestra relación con Dios, en nuestra relación con los demás, en mi familia, en el país.
     Hoy nosotros también tenemos que animarnos a contemplar el pesebre, porque en Él vamos a descubrir lo que Dios siente por nosotros, nos vamos a llenar de alegría y confianza, sin temor a abandonarnos en los brazos misericordiosos de Dios. Sin miedo a comenzar de nuevo, aunque ya lo hayamos intentado un millón de veces. Dios nos regala en este día la gracia para que lo intentemos una vez más.
     Que una vez más nos propongamos crecer en la oración. Que una vez más me anime a acercarme a aquella persona a la que hace tiempo que le niego el saludo, o simplemente la ignoro. Una vez más estamos llamados a recibir la mano extendida de un hermano que desea colaborar a la vida de la comunidad en estas fiestas navideñas, Una vez más estamos llamados a recuperar la alegría de ser cristianos, a recuperar la esperanza que nos motiva a seguir en la vida. Una vez más estamos llamados a limpiar de nuestros corazones todos los ideales que una vez nos propusimos realizar y que hemos dejado de lado por algún motivo.
    Muchas personas que no creen, e incluso algunas veces nosotros mismos tenemos miedo de empezar de nuevo. Tenemos miedo de Dios, tenemos miedo de los cambios que nos puede pedir. Y por eso aunque todos sepamos que significa la Navidad, no todos son los que le hacen lugar al niño para que nazca. No siempre le hacemos lugar a Dios en nuestra vida, o al menos el lugar que merece.
     “No temas”- Le dijo el ángel a María cuando le anunció que iba a ser la Madre de Dios-. “No temas -le dijo a José- y recibe a María como esposa porque lo que ha sido engendrado en Ella proviene del Espíritu santo”. “No teman -le dijo a los pastores- porque ha nacido el salvador. ¡Qué bien que pueden venir estas palabras hoy en día! ¡Qué bien le pueden venir al país! ¡Qué bien nos pueden venir a cada uno de nosotros en más de una situación! “No temas porque Dios está contigo” No temamos porque Dios está con nosotros. Lo que tenemos que hacer es fiarnos con un corazón humilde y lleno de fe para descubrir su presencia cada vez más en nuestra convivencia.

¡Feliz Navidad!

domingo, 18 de diciembre de 2011

“¿CÓMO ES POSIBLE? '' (Lc1, 26-38)

     Faltan apenas 6 días para la nochebuena. Ya estamos a las puertas de la fiesta de la Navidad. Y para prepararnos bien, la Liturgia de hoy nos presenta dos personajes, uno del Antiguo Testamento y uno del Nuevo. Los dos tienen en común que están llamados a hacerle un lugar a Dios. Uno, es David, que ya está triunfante, ya sereno. David, ya ha pasado por la prueba, ya es grande y santo también. Un hombre en su madurez espiritual y humana. David quiere tener un gesto para con Dios y es hacerle un templo, le ofrece un espacio externo.
     Y el otro personaje, es María, a quien el ángel le pide un espacio también, pero un espacio interno, de su corazón, de su seno, para que se geste allí el Niño y sea Ella la Madre del Salvador.
     Son dos personajes santos, a los cuales Dios de un modo u otro, les va a pedir un espacio. David le ofrece un espacio externo, el templo, y se lleva un error porque él supone que Dios le va a contestar que “sí, te agradezco por esta casa...” Pero Dios le manda a decir que no es el tiempo, que ahora es el tiempo de hacer espacio en el corazón de su pueblo.
         Teóricamente sabemos, que quien en realidad después llevó a cabo la construcción del templo no fue David, que quizás mezclaba un poco su deseo de servir a Dios y el de tener un templazo grande que le haga la competencia a los templos monumentales que hacían los demás pueblos a sus ídolos. Entonces, ya surgió el deseo de "no ser menos". David le ofrece un proyecto a Dios, él se lo presenta y Dios se lo rechaza. Es como que le está diciendo que el proyecto que El tiene es más grande que el proyecto de David, que supera ampliamente el proyecto de un templo. En el corazón de su pueblo Dios quiere vivir y eso es mucho más grande y más necesario que todo el templo que David le pudiese construir.
         María, en cambio, ofrece un espacio interior, un espacio de escucha y un espacio de acogida. María es modelo de eso. Y ella es capaz de introducirse, no en un propio proyecto, sino que se anima a romper ese proyecto para unirse al proyecto de Dios; proyecto que para ella es muy duro.
      María está dispuesta a renunciar y a guardar en silencio su secreto, pero eso implicaba también lo que pensaría José, porque sabía muy bien que no había convivido con ella. Lo que pensaría el pueblo si José cumplía la ley, porque él tenía derecho a denunciarla públicamente. Así que, para romper su propio proyecto no era nada fácil. Sin embargo, la respuesta de la Virgen es, primero hablar con Dios; le pide cuentas a Dios, le pregunta ¿Cómo es posible, cómo es posible, si yo no he convivido con ningún varón? Así como también nosotros frente a nuestros propios proyectos; Dios los rompe; les diría, ojalá nosotros tengamos, junto con la capacidad de reconocer esto, la capacidad de poder decirle a Dios, con sinceridad, "¿Cómo es posible?".
         Dios no se enoja cuando nosotros peleamos los proyectos que rompe, se enoja cuando a los proyectos rotos por Él no los asumimos, y los llevamos así rotos al corazón y cerrando puertas a Dios. Entonces, nuestro corazón se va volviendo resentido, sobre todo cuando un proyecto de Dios pasa por la cruz, como normalmente suele sucedernos. El corazón se vuelve resentido, va pasando a amargura; y terminar también en rebeldía, y luego contra Dios. Cuando un corazón se anima a elevar su queja a Dios, entonces aquello se convierte en oración y es lo que se llama lamentación; y esto es un modo de oración.
         María le pide cuentas al ángel “¿Cómo es posible?”, le pregunta. Y ojalá nosotros sepamos hacerlo así. “Señor, cómo es posible, cómo es posible que rompas esto; cómo es posible que no esté presente quien yo más quisiera; cómo es posible que aquello que tanto soñé se me fue de las manos; cómo es posible que no llegué a donde yo suponía; ¡cómo es posible! ...” y cada uno sabrá su propio "¡Cómo es posible!". Entonces Dios tendrá que responder, y a María el ángel le responde: No temas, alégrate, no temas. Como diciendo que este cambio de proyecto está en manos de Dios, y aunque nosotros no lo entendamos, es su voluntad. “Anímate a confiar”.
         Dios nos pide esta gracia en este tiempo. En la figura de David, Dios nos da a entender que El prefiere hacer de un pueblo, y de nuestro propio corazón, su propia casa, y habitar allí.
Y a través de la imagen de la Virgen, Dios nos viene a enseñar la clave de Navidad. Esta clave de estar atentos, esta clave de escuchar el modo o mensaje que Dios tiene reservado para mí en esta Navidad.
Se acerca ya Navidad, falta poquito; estamos en la "semana de la desesperación"; y entonces, puede sucedernos que al final o al comienzo de la Navidad, nos hagamos una preguntita bien tramposa: ¿falta algo? Porque no se quiere que falte nada, pero les diría que la pregunta es tramposa; porque muchas veces, en el fondo, no es que "falte algo", sino que falta "Alguien"; que cuidamos tanto las cosas, que al final nos olvidamos de ese "Alguien", que es por quien estamos haciendo todo esto de las fiestas.
         Que no caigamos en esta trampa, que sepamos y recordemos que si hace falta, Él, en nuestro corazón.  Que sí en esta Navidad que viene hagamos de nuestro corazón ese templo. David ofrecía afuera porque no se animaba todavía a hacérselo adentro; la Virgen en cambio, sí se animó a ofrecerlo en su propio corazón y en su propio cuerpo y alma. Pues también a nosotros el Señor nos dice: Háganme sitio, que voy llegando. Ya estoy cerca.

¡Bueno domingo!

sábado, 10 de diciembre de 2011

“¿TÚ, QUIÉN ERES?” (Jn 1, 6- 8; 19 - 28)


     En estos domingos de adviento, la Iglesia dirige la atención a algunos personajes que nos ayudan a preparar esta fiesta de navidad que se acerca. Hoy ponemos la mirada en la figura de San Juan Bautista, que tuvo como misión preparar al pueblo judío para la primera manifestación pública de Jesús.
     Hoy Juan le dice a los que se le acercan: En medio de vosotros hay alguien a quien no conocéis: JESUS. Juan fue ungido (como nosotros), fue ungido por Dios, fue consagrado, llamado para señalar a ese Jesús que estaba en medio de esa gente y que ellos no conocían, y él tenía que darlo a conocer.
¡Cuánto nos falta conocer a Jesús! Jesús todavía sigue siendo entre nosotros un desconocido. Dios está como ausente en el mundo de hoy, por eso falta alegría, por eso falta esperanza, por eso este mundo pareciera que sigue en tinieblas, sin Luz.
Y nosotros, como Juan el Bautista, también estamos consagrados por el bautismo, estamos llamados a decirle a la gente de nuestro tiempo: en medio de vosotros hay alguien a quien no conocen. Nosotros también estamos llamados  a señalar a Jesús para que hoy sea conocido. Pero lo vamos a tener que dar a conocer con nuestra vida. Tenemos que mostrar al Jesús que vive adentro nuestro.
     En el evangelio que acabamos de escuchar vemos que se le acercan a Juan unos judíos para preguntarle quién era él, cuál era su misión. Y Juan responde claramente que él es simplemente un testigo, está llamado a ser ni más ni menos que testigo de Jesús. Él no es la Luz sino testigo de la Luz. Es una voz que grita para que preparen el camino para recibir a Jesús.
     Y esta preguntita nos la podrían hacer a cada uno de los que estamos aquí presente. Quizás, si hoy día, alguien viniera a nosotros y nos preguntase ¿tú, quién eres?, si nos preguntara: "Tú, ¿qué podrías decir de ti mismo?" Nosotros, ¿Qué responderíamos? O dicho de otro modo, unidos a nuestra fe; si alguien viniera y nos preguntara como le preguntaron a Pedro, ¿Tienes algo que ver con Jesús? Si la gente nos dijera: Tu vida, tus cosas, tu mentalidad, tus comportamientos prácticos, ¿tienen algo que ver con el Evangelio? nosotros, ¿ qué contestaríamos ?
     El evangelio de este domingo nos interpela sobre una realidad que nos cuesta aceptar, nos cuesta asumir, y más en estos tiempos que estamos viviendo: descubrir que por el bautismo, nuestra vocación más profunda es la de ser testigos.
    Y hay que reconocer que en este tema en seguida miramos para el costado: nos escandalizamos del pecado de los demás, empezamos a criticar a los otros diciendo como puede ir a Misa y después hacer tal o cual cosa, nos indignamos del antitestimonio de alguna autoridad de la Iglesia, y así miles de excusas.
     Cuando la primera pregunta debería ser: ¿Somos nosotros testigos de Jesús en el mundo? ¿Somos verdaderos testigos del amor de Dios en nuestra casa, con nuestros amigos, en el trabajo, en cada uno de los ambientes en que nos movemos? ¿O nos da vergüenza, o tenemos miedo de gritar a los cuatro vientos que Jesús es el centro de nuestra vida, por todo lo que implica ir contra la corriente, o simplemente quizás no nos damos cuenta de que nuestra vida es el único evangelio que leerán algunos de nuestros hermanos?
Quizás los cristianos nos cuesta reconocernos como tales. No es que se trate de convertirnos en hinchas fanáticos de un equipo de fútbol, que sólo saben hablar de su propio equipo, sino de convertirnos en gente a quien la fe le salga por las obras como la respiración sale de los pulmones.
Claro que para esto hay que empezar por tener el corazón muy en Dios, para hablar bien de Él. Cuando la Fe haya crecido lo suficiente dentro nuestro, entonces nuestro testimonio empezará a salir espontáneamente en nuestros gestos y en nuestras palabras.
    Eso es quizás lo que nos falta tener: el corazón muy unido a Dios. Porque sólo así seremos verdaderos testigos. El testigo es alguien que puede hablar de lo que ha visto y oído. El testigo no es solamente alguien que cree en Jesús, sino alguien que vive la propia vida de Jesús, es alguien que conoce a Jesús no sólo por lo que le enseñaron o por lo que estudió sino sobre todo por el contacto personal con el Señor en su vida interior. Es alguien que refleja en su propia vida la luz de Cristo que brilla en su interior, y con sólo vivir ya va transformando la vida de los que lo rodean.
    Ojalá Dios nos conceda esta gracia a cada uno de nosotros en esta navidad que se acerca. Que no sea una navidad más. Que nos preparemos bien, sobre todo a través de la oración en estos 15 días que faltan para el 25, para que Jesús vuelva a nacer. Para que Él que es la Luz, vuelva a encender nuestro corazón, y así nosotros podamos iluminar a los que nos rodean.
Ojalá que podamos como San Juan el Bautista, como todos aquellos a quienes Cristo les transformó la vida, nosotros también podamos decirle al mundo de hoy: “en medio de vosotros hay alguien a quien todavía no conocéis: JESÚS. Y yo estoy dispuesto a darlo a conocer con el testimonio de mi vida”.

¡Bueno domingo!

sábado, 3 de diciembre de 2011

“CONVERTÍOS” (Mc. 1, 1-8)


     Si la llamada del domingo pasado se podía resumir en el slogan: "Vigilad", la de hoy se puede sintetizar con otra consigna también clara y enérgica: "convertíos".
     Convertirse no significa necesariamente que seamos grandes pecadores y debamos hacer penitencia. Convertirse, creer en Cristo Jesús, significa volverse a él, aceptar sus criterios de vida, acoger su evangelio y su mentalidad, irla asimilando en las actitudes fundamentales de la vida.

     Por eso la voz del Bautista, que resuena hoy por todo el mundo, es incómoda en el fondo: nos invita a un cambio, a una opción: "preparad el camino del Señor, allanad sus senderos..."
¿Qué es lo que cambiará en nuestra sociedad, en el adviento 2011? ¿De veras se allanarán senderos, de veras daremos pasos eficaces hacia esa tierra nueva, hacia esa sociedad mejor, con mayor justicia y fraternidad? ¿Qué es lo que va a cambiar en nuestras familias, en nuestras comunidades? ¿Se notará que hemos aceptado a Cristo como criterio de vida, con sus actitudes y su mentalidad? ¿Qué es lo que cambiará en nuestra vida personal? Vivimos ya una espiral tentadora de compras y regalos. La sociedad de consumo nos envuelve en su red. Pero ¿es esa la preparación de la Navidad cristiana? Esperar a Cristo y alegrarse con su venida, salir a su encuentro, es algo mucho más profundo...
     Para este camino de conversión a Cristo tenemos nuestro "viático": la Eucaristía. La Palabra de Dios, que se nos proclama y que acogemos con fe; la comunión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, esto es lo que nos da ánimos y nos sostiene en la peregrinación de cada semana. Mientras esperamos la gloriosa manifestación del Salvador, al final de la historia, todos somos convocados este año a una marcha hacia adelante: el Señor viene a nosotros, con tal que también nosotros vayamos hacia Él.
                                                                            ¡Bueno domingo!